En defensa del neoliberalismo

 

Debate en soliloquio

 

Rafael Rojas


Cada ano se confirma mas aquella idea que acunaron, hace cuatro decadas, los primeros criticos de la revolucion cubana: el castrismo no es una ideologia, sino un estilo personal de gobierno que se sirve de un vasto repertorio simbolico para legitimar sus decisiones.

En los anos 60, Theodor Draper y Hugh Thomas observaron como el joven Castro habia transitado, comodamente, de un reformismo democratico a un nacionalismo revolucionario. En los 70, Carmelo Mesa Lago y Jorge Dominguez describieron una nueva metamorfosis: del socialismo nacionalista al comunismo sovietico. Hoy podriamos agregar otras dos: del comunismo sovietico al socialismo nacionalista en los 80 y del socialismo nacionalista al nacionalismo revolucionario en los 90. Para que la serpiente se muerda la cola es preciso una ultima pirueta: del nacionalismo revolucionario al reformismo democratico.

Por muy disparatado que parezca, esto no es improbable en un politico dispuesto a todo por conservar su poder. Solo que el regreso a una ``posicion inicial'', despues de medio siglo, lo enfrentaria de golpe con la certeza de que su ``revolucion'' ha sido una criminal perdida de tiempo. Seria ingenuo pensar que estos giros no han tenido sus costos. Es posible reconstruir los sucesivos ajustes en la clase politica cubana que han provocado esos golpes de timon: emigracion de moderados, sectarismo, microfraccion, aislamiento de guevaristas, ascenso de comunistas, regreso de guevaristas, encumbramiento de jovenes populistas....

?A que se debe su exito? Precisamente, a la ausencia de ideologia en la cupula. Los ideologos (Llerena, Escalante, Guevara, Aldana, Robaina....) son imprescindibles para operar el cambio de rumbo, pero en cuanto se atisba una nueva direccion deben ser sacrificados. La ideologia es, por tanto, funcional; sobre todo, en la clase intelectual del comunismo, que, a diferencia del resto, es educada en la importancia de las ideas.

Sin embargo, la ideologia estorba en la politica de masas, que es el verdadero soporte del poder y cuyo principio es la emision constante de simbolos faciles que difundan el culto a la patria y a su lord protector. La incomodidad del intelectual dentro del castrismo se debe a eso: es el unico que le exige al regimen envoltura retorica, legitimidad ideologica. Este vacio doctrinal del castrismo obstruye el debate entre sus partidarios y sus opositores.

No conozco a ningun intelectual del regimen cubano que se asuma como castrista. Es evidente que los hay, puesto que ciertos gestos los delatan: celebran los cumpleanos del ``querido companero comandante''; le hacen creer que es la triple reencarnacion de Bolivar, Juarez y Marti; se excitan cuando el esta cerca y hasta empujan a algun burocrata con tal de darle la mano en las ansiadas recepciones del Palacio de la Revolucion. Dicho de un modo rapido: los intelectuales oficiales cubanos se dividen en castristas y anticastristas de closet, en personas que aman u odian a Castro en la sala de sus casas, pero todos, los que lo adoran y los que lo aborrecen, subliman publicamente sus sentimientos en un cocktail de emblemas comunistas, nacionalistas, latinoamericanistas, tercermundistas o, simplemente, globalifobicos.

Si alguno de ellos tuviera que justificar intelectualmente su adhesion al regimen, en un foro academico, no apelaria a la ``serena vision del caudillo'', como hacian los escritores franquistas, sino a dos o tres cliches marxistas o patrioticos. Un intelectual anticastrista, en cambio, puede traer la discusion mas aca de las ideologias y los mitos. Un intelectual castrista de hoy no responderia con su castrismo -no diria, por ejemplo, ``Fidel es el faro de nuestras acciones, el guia infalible....''-, sino con un sesgado nacionalismo: ``Estamos en guerra contra el imperio y en estas circunstancias el liderazgo del companero Fidel es una necesidad historica....''

El principal reproche de un castrista a un anticastrista es que este ``personaliza las cosas'', ``reduce a Castro una situacion compleja''. Pero esto no quiere decir que la vida del castrista esta menos determinada por la persona de Castro que la del anticastrista. Todos los cubanos estamos perversamente atados a la vida y la muerte de esa voraz criatura como el capitan Ahab al lomo de Moby Dick.

Asi como no hubo un cubano al que no afectara el triunfo de Castro, tampoco habra uno ajeno a su inevitable fin. La unica diferencia es que el anticastrista lo asume e, infructuosamente, se rebela contra esa fatal sujecion, mientras que el castrista, por verguenza, cinismo o miedo, lo admite en privado y lo niega en publico. Por eso entre unos y otros no hay, no puede haber debate, sino soliloquios incoherentes, monologos de victimas.

Historiador y ensayista. Profesor del CIDE en Mexico.