En defensa del neoliberalismo
 

Venezuela tiene que cambiar

 

Adolfo Rivero Caro

No hay nada más artificial que un hombre. El animal es lo que es. El hombre tiene que inventarse a sí mismo. ¿A qué me voy a dedicar? ¿qué libros voy a leer? ¿qué música voy a escuchar? ¿qué mujer voy a escoger? Y, en la medida en que vamos eligiendo, vamos fabricando nuestra personalidad de una manera muy parecida a como un escritor genera una novela. Esto me hace llegar a la extraña conclusión de que, en buena medida, todos somos personajes de ficción. En fin de cuentas, de haberlo querido, hubiéramos podido ser otros.

Digo esto porque hay un momento muy dramático en la vida y es cuando uno toma consciencia de que ha estado profundamente equivocado. Súbitamente, nosotros mismos, ese personaje que hemos estado elaborando durante tantos años, pierde credibilidad ante nuestros propios ojos. Por supuesto que, en relación con los demás, seguimos siendo los de siempre. Es sólo ante nuestra propia consciencia que nos vemos como farsantes. Es un momento de vértigo. Nos sentimos a la deriva porque hemos perdido el anclaje que nos daban nuestras viejas convicciones.

Es imperativo cambiar y volver a inventarnos.

Inflijo estas reflexiones a mis lectores porque sé, por propia experiencia, lo que significan esos momentos y porque quisiera tratar de ayudar, por torpemente que sea, a mis amigos venezolanos. Es imperativo tomar conciencia de que varias generaciones elaboraron su identidad cultural en un momento de auge de las ideas socialistas. Hace 50 años, el futuro parecía pertenecer al socialismo. Todos conocían a Marx y a Lenin, muy pocos conocían a Mises y a Hayek. El sputnik y luego Yuri Gagarin crearon la ilusión de una superioridad tecnológica soviética. La Unión Soviética --la de Stalingrado, por supuesto, no la del Archipiélago de GULAG-- parecía ofrecerle una alternativa a un mundo dominado por EEUU. Unos EEUU que humillaban a América Latina con sus 200 años de elecciones democráticas ininterrumpidas, su pasmosa creatividad y su opulencia. Señores, ¿qué queda, 50 años después, de la URSS, del campo socialista y de las obras completas de Lenin? ¿Será posible que no hayamos aprendido nada de esta enorme experiencia? ¿Qué nos impide deshacernos de ideas tóxicas, que no han funcionado en la práctica y que nos han hecho tanto daño?

Señalo esto porque realmente hace falta una revolución en América Latina. Pero una revolución en las ideas o, si lo prefieren, una contrarrevolución en las ideas. Porque las ideas socialistas y revolucionarias han sido dominantes en nuestro continente desde hace mucho tiempo. Como decía Uslar Pietri, en Venezuela nadie era de derecha. En Cuba tampoco nadie lo era. Esa hegemonía de las ideas izquierdistas ha sido el caldo de cultivo para el triunfo actual del chavismo, como lo fueron ayer para el triunfo del fidelismo. De aquí que una tarea fundamental de nuestra juventud sea deshacerse de todo esas viejas y polvorientas ideas socialistas. Nuestra juventud tiene que ser ambiciosa, no pedigüeña; empresarial, no burocrática; amante de la ciencia real y no de seudociencias sociales escolásticas y parasitarias.

¡Basta ya de echar la culpa a EEUU por nuestras insuficiencias! Hay que tener el valor de gritar en nuestro continente que Estados Unido es, y ha sido siempre, el gran aliado de la libertad y, por consiguiente, del desarrollo. Basta consultar el Indice de la Libertad Económica de la Heritage Foundation para comprobar empíricamente que los países más libres son los más desarrollados. Castro separó a Cuba de EEUU para unirla a Rusia. Los resultados están a la vista. Es aterrador que, casi medio siglo después, nuevos líderes populistas pretenden separar a sus países de EEUU para unirlos a China o a Irán...

En el terreno del antiamericanismo, la oposición siempre va a perder la batalla contra Castro y contra Chávez. No hay que cogerle miedo a la popularidad del antiamericanismo. Nada más falso, como plantean algunos analistas, que EEUU tengan que pedirle excusas a América Latina por haber liberado Afganistán e Irak. ¡Es América Latina la que tiene que pedirle excusas a Estados Unidos por haberse puesto, en la práctica, del lado de dictadores como los talibanes y Saddam Hussein! ¡Es América Latina la que tiene que pedir excusas por haberse puesto del mismo lado que Fidel Castro y que Chávez! Los países que han ayudado a EEUU, como Colombia o El Salvador, y que han fustigado duramente a Castro, son los que tienen que sentirse orgullosos. Los demás sólo tienen que abochornarse de una retórica barata y suicida.