En defensa del neoliberalismo
 

Las nuevas víctimas del Titanic

 

Adolfo Rivero Caro


Al salir de Cuba, creía, ingenuamente, que me había liberado para siempre de esa feroz y descerebrada critica al mundo capitalista, cuyo máximo exponente era la cinematografía china. Estaba equivocado. “Titanic” va a barrer con los óscares de este año. La noticia me parece un melancólico comentario sobre la cultura de este país. Estos cineastas, tipo Oliver Stone, que nos quieren hacer tragar, de grado o por fuerza sus prejuicios anticapitalistas me tienen harto.

Disfrazada bajo una suntuosa y exacta reproducción del ambiente material del Titanic, el filme es una transposición a la pantalla de las modas intelectuales, los prejuicios y los resentimientos de un cineasta contemporáneo. Esto no es ninguna recreación artística de la historia es su deliberada falsificación en aras de lo que la revista The Economist calificó nada menos que como “un ejercicio en el odio de clases”.

Rose se quiere suicidar porque tiene por delante una vida de lujos y placeres. Sólo se siente realmente libre y feliz bailando entre los pobres inmigrantes de tercera. ¿No les parece que las cosas están un poco invertidas? Sólo ricos y aburridos artistas pueden pensar así. De esa forma matan dos pájaros de un tiro. Siguen disfrutando de sus vidas suntuosas, de sus yates y sus ferraris y, al mismo tiempo, se autoconsideran ‘rebeldes’ y valientes luchadores contra el capitalismo. No me hagan reír. Si les disgusta tanto el capitalismo, tienen su negación a 90 millas. Con líder carismático y todo.

 Esta Rose, supuesta damisela de 1912, se apresura a querer posar desnuda para Jack, seguramente fascinada porque el jóven la ha enseñado a escupir. Jack es pobre pero, por supuesto, no es un simple trabajador sino (!que casualidad!) un artista, un ‘brillante’ pintor. Los chinos, al menos, ponían como héroes a obreros fabriles. Pero este guión del ''Titanic'' con su exaltación de una bohemia trasnochada es tan ridículo como revelador y bochornoso.

En la realización de la película se gastaron sumas enormes para conseguir una meticulosa recreación del ambiente material del Titanic. Los resultados son increíbles aunque, desgraciadamente, puestos al servicio de una falsificación histórica. Hubiera sido barato y sencillo recopilar información sobre lo que realmente sucedió en el Titanic, y crear una historia sobre esa base. Porque se sabe lo que pasó en el Titanic. Pero a Hollywood no le gusta.

Dejemos la primera clase, donde estaban los Astor, los Guggenheim, esos viciosos y corrompidos capitalistas. Hablemos de la segunda. El 81 por ciento de las mujeres y los niños de la segunda clase sobrevivieron en comparación con el 10 por ciento de los hombres. En tercera, donde el acceso a los botes era más difícil, el 47 por ciento de las mujeres y los niños se salvaron en comparación con el 14 por ciento de los hombres. En primera, entre los hombres más ricos del mundo, esos viles explotadores del proletariado, el 94 por ciento de las mujeres y los niños se salvaron mientras sus hombres se hundían en las heladas aguas del Atlántico Norte.

Hasta el día de hoy, el principal recuerdo de esta gran tragedia marítima ha sido el de los hombres retrocediendo para dejar ocupar sus lugares en los botes salvavidas no sólo a sus mujeres y a sus hijos sino a las mujeres e hijos de otros hombres.

Las feministas de 1912 (las ‘suffragettes’) se sintieron muy confundidas ante este desastre. Lida Stokes Adams declaró que las pasajeras del Titanic habían dejado pasar una gran oportunidad para promover la causa del sufragio femenino. Habían fracasado en demostrar el valor de las mujeres cuando rehusaron hundirse con el barco. Cuando la parte principal del Titanic se hundió, los marineros que dirigían los botes, generalmente medio vacíos, querían regresar para recoger a los sobrevivientes pero las aterrorizadas mujeres no lo permitieron.

Dos semanas después del hundimiento del Titanic, Nellie Taft, la esposa del presidente de Estados Unidos, dio la primera contribución para un fondo, destinado a honrar a los hombres del Titanic, recaudado a razón de un dólar por mujer, Ese monumento todavía puede verse en Washington al otro lado del East Potomac Park. Es una estatua de un hombre semidesnudo de 18 pies de altura sobre un pedestal de 30 pies. En ese pedestal hay una inscripción que dice: ''A los valientes hombres del Titanic que dieron sus vidas para que mujeres y niños pudieran salvarse''.

1997