Turista española en
La Habana.
Artículo aparecido en el diario El País de España.
Llegamos a La Habana sin intención de pisar Varadero. Creíamos que
ir
equipados únicamente con una mochila de menos de 9 kilos nos iba a
permitir
conocer el otro lado de la Cuba turística. Sin prejuicios políticos,
sin
planes predeterminados, y con alojamiento en casa de una amiga
española que
trabaja en la capital como cooperante en un organismo de Naciones
Unidas.
Pero Cuba es demasiado complicada para tratar de conocerla de paso,
y el
choque ha sido tan enorme que muchas cosas, desde nuestra percepción
del
turismo, hasta nuestros principios sociales y políticos han quedado
tambaleantes.
Para llegar de la zona residencial de Vedado a la popular Habana
Vieja hay
dos rutas posibles: o paseas por el malecón, o te das un baño de
realidad
por Habana Centro. Caminábamos sin rumbo hasta que se nos acercaron
los
primeros jineteros. Mareados por el calor y su discurso nos dejamos
arrastrar por las calles más sórdidas de la ciudad. Podían habernos
sacado
hasta las uñas, pero tuvimos suerte y nuestro primer contacto con la
picaresca caribeña sólo nos costó 5 pesos convertibles - CUC (poco
menos de
5 euros). A cambio, y sin ser la intención de nuestros improvisados
guías,
tuvimos una primera impresión del día a día habanero que condicionó
el resto
de nuestras percepciones sobre la realidad de la Revolución más
institucionalizada de la historia.
Conocíamos los cinturones de pobreza que rodean México DF, y los
ranchos de
Caracas pero nunca habíamos visto favelas con escalinatas de mármol.
Ninguno
de nuestros conocidos que habían visitado Cuba antes que nosotros
había
hablado de otra cosa que no fuera la alegría cubana, la salsa, el
ron, la
fiesta, el Caribe. También es cierto que nadie había mencionado el
sexo, así
que deberíamos haber sospechado que nos ocultaban datos. Caminamos
en medio
de un olor pestilente, observados por gente que bebía en las puertas
de los
"solares", mansiones ruinosas donde habita una familia por cada
cuatro
paredes - incluyendo lo que en un pasado fue un descansillo al mejor
estilo
colonial- y donde se comparten hornillos y retretes. Nos dejamos
arrastrar
hasta el edificio donde se rodó Fresa y Chocolate, al que nuestros "guías"
nos llevaron convencidos de que era eso lo que queríamos ver como
buenos
europeos con mochila. Mientras ellos se esforzaban en asociar las
Distintas
estancias con los decorados de la película nosotros veíamos el
interior de
las casas y los cuartos, preguntándonos donde coño ha estado toda
esa gente
que dice que no hay miseria en Cuba.
Llegar a la Habana Vieja fue como llegar a un parque temático. Casas
majestuosas, calles limpias, vigilancia policial que pretende
limitar el
trato entre cubanos y turistas. Porque los cubanos son las víctimas
caribeñas del apartheid del siglo XXI. Hoteles para turistas,
autobuses para
turistas, tiendas para turistas. Un mundo aparte al que los
nacionales
tienen prohibida la entrada. Y ni siquiera es cuestión de poder
adquisitivo,
con todo lo rechazable que es el clasismo. Es algo aún peor. Los
cubanos a
los que les preguntamos sobre lo que suponía para ellos esta
separación
justificaban los privilegios turísticos asumiendo que "el cubano es
pendenciero", "hay gente que sólo se dedica a molestar a los
extranjeros,
mejor que limiten el acceso"??? Es eso lo que se entiende por
hospitalidad y
buen trato en Europa?? Que todo un país trate con reverencia al
visitante
blanco?
Callejeábamos en busca de un taxi para volver a casa cuando nos
topamos con
La Bodeguita del Medio, rebosando de turistas plenamente satisfechos
y
creyendo confraternizar con cubanos que sólo buscaban, y no les
juzgo por
ello, sus dólares o sus pasaportes. Y digo sinceramente lo de no
juzgarles
por buscar la oportunidad de mejorar en cada uno de los extranjeros
que
encuentren por la calle. Si yo fuese cubana, sería balsera o
jinetera. Nunca
había sentido tanta angustia por un país en tan poco tiempo. Pero
esa
apatía, ese dejar escurrir la vida entre los dedos (¿no era aquí
donde sí
que sabían disfrutar?), esa mutilación de las aspiraciones
personales. El
pueblo cubano se levanta cada día pensando cómo va a llegar al
siguiente,
sin ningún proyecto a medio o largo plazo. Critican a Fidel, pero no
le
nombran, porque Fidel ya no es un hombre. Es un dios al que no se le
conoce
familia ni residencia. Y miran de reojo. Porque nadie se fía ya de
nadie.
Ese es el poder de la Revolución.
Volvemos a casa cansados y desmoralizados por lo que nos espera en
los
próximos dias. Nadie va a quitarnos ya la impresión de que todas las
historias de alegría y hermandad extranjero-cubana tienen un precio
en
dólares. Nos espera la casera del edificio con un café. Durante los
próximos
días hablaremos mucho en su cocina: ella contesta nuestras preguntas
y
nosotros le suponemos una novedad en su rutina diaria. Ella se llama
Mari, y
como todos los cubanos es ingeniera en alguna materia. Mari nos
habla de sus
viajes por Europa y por Rusia como empleada del gobierno cubano a
principios
de los 90. 1990 marca el inicio del sarcástico "Período Especial en
Tiempos
de Paz". Sarcástico, porque lo que realmente comienza en la década
de los 90
es el camino en solitario de la Revolución Cubana, una vez que deja
de ser
colonia rusa y ya no puede seguir vendiendo azúcar a precio de
petróleo. Es
la época que refleja Pedro Juan Gutiérrez en "Trilogía Sucia de la
Habana" o
en "El Rey de la Habana", mucho más crudo que Zoe en su "Nada
Cotidiana".
Son los años de esconder cerdos en las azoteas y tirar los
desperdicios a la
calle. De usar la bañera como criadero de pollos. Es el inicio del
proceso
de muerte por desnutrición al que se enfrenta lentamente una gran
parte de
la población habanera. Puede que las noticias no recojan el número
de
personas que mueren de hambre, pero tampoco recogen el número de
abortos y
se barajan cifras de hasta el 40% de los embarazos. No mueres de
hambre, al
menos no en pocos días ya que puedes tardar toda una vida, pero el
concepto
alimentación incluye más que el rancho de arroz con frijoles en que
consiste
el plato diario de una familia cubana.
En uno de esos viajes Mari se divorció de su marido para casarse con
un
argentino con residencia legal en España. Cuando ya estaba todo a
punto, el
corralito frustra los planes y ambos regresan a sus países
encerrados en sus
respectivas crisis personales. Así que al día de hoy, la casera vive
con el
que legalmente es su ex marido, también ingeniero, también en casa
las 24
horas del día porque le cuesta más dinero ir a trabajar que quedarse
en
casa. Ella es pura rabia. El es pura apatía. Les pregunto qué creen
que
pasara cuando Fidel muera. Y ella contesta: "Nos mataremos". Le
consuelo
pensando que por lo menos no se ve que la población tenga armas,
como vimos
en Venezuela , y ella me mira seria y matiza: "Armas no, pero
tenemos
machetes".
Buscando un manual de historia cubana contado por cubanos en uno de
los
múltiples puestos de libros de la zona vieja conocemos a Guadalberto.
Provocamos su conversación para tener otra perspectiva. Hasta ahora
sólo
hemos tenido contacto con un sector marginal y con personas de
mediana edad.
Puede que toda su crítica y desesperación estuviera teñida de
búsqueda de
piedad (o sea, dinero) o de cansancio vital. Guadalberto estudió
Economía
pero gana más dinero como vendedor ambulante. Es lógico, si
comparamos los
15 CUC del sueldo medio nacional con los 8 CUC que pide a los "yumas"
por
cada libro de segunda mano que vende. Nos dice que él no se va por
su bebé.
Nos dice que lee lo que los extranjeros le envían porque en Cuba los
libros
no se censuran de primeras, pero se retiran o se publican por partes.
Nos
dice que su libro preferido es 1984, de George Orwell, censurado. Un
sólo
ojo no puede verlo todo, Big Brother no es tan poderoso. Pero sí lo
son las
"Little sisters". Y lo sentimos cuando llegamos a casa.
La vecina de Mari pertenece al Comité de Defensa de la Revolución.
Existe un
CDR cada 20 cuadras y su función es la que Chávez quiere copiar con
sus
Círculos Bolivarianos. Puede que su primera intención ideal fuera el
trabajo
comunitario. Pero al día de hoy son órganos de control de la vida
vecinal.
Esta vecina alquila habitaciones a los turistas, como casi todos los
cubanos
con una habitación libre en una casa digna. Por el hecho de poner
una
habitación a disposicion de los turistas, (nunca de un cubano, ni de
un
extranjero con un cubano), tienes que pagar una cuota inicial que
ronda los
100 euros (recordando que el sueldo base no supera lo 15 mensuales),
a lo
que hay que añadir una cuota mensual de alrededor de 150 euros,
tengas o no
ocupada la habitación.
Mari alquila un cuarto de forma ilegal: no paga por él ninguna cuota,
ni
está registrada, lo que permite a mi amiga cobrar 200 euros en vez
de los
700 que puede costarle a un extranjero alquilar una habitación para
residir
en La Habana. Su vecina, la del CDR, tiene 3 habitaciones, de las
cuales
sólo una es legal. Ha visto que en casa de Mari entra y sale mucho
extranjero, y da por hecho que no somos invitados, sino que está
haciendo
negocio con nosotros, por lo que le advierte: o le paga determinada
cantidad, o la denuncia al partido. Una denuncia puede suponer que
te
requisen la casa en la que vives. Mari paga, y nosotros tenemos que
irnos.
No queremos dar complicaciones a otros conocidos, así que nos vamos
a una
habitación legal, que nos cuesta unos 30 euros por noche. Es difícil
salirse
del circuito establecido a los extranjeros, por desconocimiento y
por no
querer meter a nadie en problemas, gastamos una cantidad de dinero
considerable en comparación con otros viajes, no sólo por Sudamérica,
sino
incluso por Europa.
Si a nosotros nos parece cara la vida en La Habana, ¿Cómo hacen los
cubanos?
No es picardía, ni realismo mágico. Es miseria, mendicidad moral y
abuso.
Abuso hasta vomitar, porque el turismo deja millones de euros que no
llegan
a la gente de la calle, porque desperdician los recursos, porque
sesgan el
acceso a la información de tal manera que no dejan la más mínima
opción de
elegir. Porque no te dejan irte y te asfixian lentamente si te
quedas.
Porque consiguieron venderse a la juventud del mundo como el
paradigma de la
lucha por la libertad y la igualdad. Porque la izquierda de mi país
no dice
DICTADOR con todas las letras y la derecha lo critica mientras su
fundador
brinda con la familia Castro, con el dueño controlador de todas las
empresas
turísticas cubanas. Porque venden populismo y demagogia como
solidaridad.
Porque el bloqueo es responsable, pero Castro es culpable. Porque
los campos
están sin cultivar y matar una vaca está más penado que matar una
persona.
Porque los datos oficiales niegan la incidencia del SIDA pero follar
es lo
único al alcance de la mano. Y los condones no están incluidos en la
limitada cartilla de racionamiento. Guadalberto nos preguntó si era
la
primera vez que estábamos en Cuba. La primera y la última, le
respondimos.
Claro, dedujo, ustedes prefieren regresar al Soma. No le desmentí,
pero no
es mi mundo material lo que echo de menos. Es su imposibilidad de
cambiar su
vida lo que me provoca angustia. Es más fácil asumir la vergüenza de
vivir
en un Mundo Feliz en el que nadie es consciente de las oportunidades
que
tiene. Simplemente por poder elegir.
En resumen, la gloriosa Revolución ha sido un gran fracaso. Pero una
cosa es
segura, los Castro y su grupo de poderosos comandantes "meten miedo".
Viven
mejor que nosotros y son reyes comparados con ese empobrecido y
desmoralizado pueblo que conocimos en Cuba . No es justo y ya es
hora que
despertemos a la cruda realidad de este bello pero abusado pueblo.
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