En defensa del neoliberalismo
 

Venezuela e Irak

Adolfo Rivero Caro

Algunos amigos están malinterpretando la vuelta al trabajo en Venezuela. De ninguna manera puede considerarse como una ''derrota''. La dirección política de la oposición ha procedido correctamente al preocuparse por el destino de los miles de empresarios y trabajadores afectados por la huelga. Esta, sin embargo, se mantiene en el sector petrolero: el que más presiona al gobierno. La solidaridad social, mientras tanto, se está volcando hacia los valientes trabajadores de PDVSA.

Unicamente Chávez califica la situación de ''derrota'', amenazando con aplastar a la oposición, pero esto sólo pone de manifiesto su intransigencia. Hasta el mismo canciller brasileño se ha visto obligado a reconocerlo. Y todo esto le da la razón a la oposición. En realidad, la lucha simplemente ha entrado en otra etapa. Lo confirma el extraordinario éxito popular del firmazo. ¡Más de cuatro millones de firmas! Como dijera Albis Muñoz, vicepresidenta de FEDECAMARAS, esa cifra excede el número de votos que Chávez obtuvo en las elecciones. Este no es, en lo más mínimo, un pueblo desalentado y en retirada. Todo lo contrario.

Es cierto que no se contaba con la cerril obcecación de Chávez. En fin de cuentas, por mucho menos renunciaron dos presidentes de Ecuador y media docena de presidentes argentinos. Pero en esto Fidel Castro ha jugado un papel crucial. Mucha gente habla de lo mucho que Castro depende de Chávez, refiriéndose, por supuesto, al abastecimiento petrolero. Pero Chávez depende mucho más de Castro que éste de él. Es Castro el que le inyecta a Chávez esa voluntad suicida de resistencia a corto plazo. Chávez está exhibiendo una personalidad temeraria que, en realidad, ha sido inducida por un hipnotizador profesional. Es obvio que se ha suicidado políticamente y se ha alienado a la sociedad venezolana pero a Fidel Castro no le importa porque sabe que el comunismo no tiene mañana. Sólo le interesa lo inmediato. El campo socialista desapareció, y él ya está demasiado viejo.

Es por eso que Castro permite declaraciones tan provocadoras como las de Felipe Pérez Roque, ese Talleyrand de Cocosolo. ''Los cubanos hicimos hace 40 años... lo que el pueblo venezolano está intentando ahora: tomar el control de su país y de su riqueza'', explicó el canciller. ''Cuba no puede confiarse en abrir espacios políticos ni permitir que los medios de comunicación caigan en manos de una oposición'', aseguró, explicándoles su futuro a los venezolanos. Según Pérez Roque, la nación sudamericana ''está de parto'' en busca de una sociedad diferente (los socialistas son amantes de estas metáforas ginecológicas). Es decir, que Chávez está buscando la instauración de una dictadura comunista. Todo esto confirma sus pretensiones dictatoriales, socava su mínimo apoyo internacional y justifica la encarnizada resistencia del pueblo venezolano. Talleyrand hubiera sospechado, erróneamente, de una torpeza tan vasta.

La lucha venezolana se desarrolla en una compleja situación internacional que es como un gran campo magnético donde lo que sucede en uno de sus puntos afecta instantáneamente a todos los demás. En la actualidad, el centro del campo está en Irak.

Esto no significa que lo que suceda en el resto del mundo es irrelevante. Nada más lejos de la verdad. La lucha del pueblo venezolano, por ejemplo, ha neutralizado a un importantísimo aliado de Saddam Hussein y ha sido, por consiguiente, una valiosa contribución a la lucha del presidente Bush contra el terrorismo internacional. Merece la pena reflexionar sobre cuál sería la situación de Estados Unidos si hubiera millones de venezolanos manifestando a favor de Chávez, de Castro y, por consiguiente, de Saddam Hussein en vez de estar manifestando en su contra. Podía haber sido así. Después de todo, en Porto Alegre se estuvo reuniendo paralelamente del 23 al 28 de enero el 3er. Foro Social Mundial, al que asistieron cien mil activistas en representación de 5,715 organizaciones no gubernamentales de 156 países. Todos enarbolando las banderas del antiamericanismo y el anticapitalismo.

Parecen muchos, pero en realidad son pocos. Salvo preciosas excepciones, los seguidores de cualquier proyecto intelectualmente serio suelen ser pocos y circunspectos. La recepción de cualquier proyecto ocultista, por el contrario, suele ser tumultuosa y multitudinaria. Si alguien puede reclutar a decenas de profesionales americanos para que se suiciden con la esperanza de resucitar en la cola de un cometa, ¿por qué asombrarse de que haya tantos simpatizantes del ocultismo socialista en Porto Alegre? Lula, por cierto, calificó al peregrino foro de ''el mayor evento político realizado en la historia contemporánea'', y confesó su preocupación porque, si Chávez cayera, ``mañana me podría tocar a mí''.

Estamos viviendo un momento de profundo realineamiento internacional. Viejos aliados de Estados Unidos, como Alemania y Francia, parecen dispuestos a desertar al líder del mundo occidental en aras de mantener sus relaciones privilegiadas con el mundo árabe. Los orígenes de este viraje se remontan al fin de la Guerra de Yom Kippur y el desarrollo de un intenso cabildeo árabe en Europa que culminó con la creación del Diálogo Arabe-Europeo, apadrinado por Francia. Al mismo tiempo, sin embargo, nuevos aliados, salidos de las duras luchas anticomunistas del este de Europa, se alinean firmemente junto a Estados Unidos.

Una derrota de Saddam Hussein será un duro golpe para Chávez y para Castro. Es por eso que los venezolanos apoyan con entusiasmo la inminente guerra con Irak (que casi seguramente empezará en marzo). Son batallas distintas, que se complementan y refuerzan mutuamente, en aras de una misma causa. Debemos sentirnos orgullosos de que en esta gran coyuntura histórica el pueblo de Bolívar esté en la calle luchando por la libertad, por la democracia y, en definitiva, por los valores, eternamente amenazados, del mundo occidental.