SARAMAGO ¿Y LAS VÍCTIMAS DEL COMUNISMO?
Carlos Alberto Romero Sánchez*
¿Qué se pretende hacer aquí? Simplemente hacer una crítica a
un admirado escritor, José Saramago. ¿En qué consiste la
crítica? En la entrevista que concede José Saramago al
periodista español Juan Arias en el libro José Saramago:
El amor posible Saramago habla, entre otras, de su
infancia, de sus primeras lecturas, de la elaboración de sus
novelas y de como llegó a deshacerse de los signos
convencionales dialógicos y, también, de política. Y en este
terreno Saramago demuestra que su esterilidad política es
igualmente proporcional a su creatividad literaria. Veamos
esto con calma atenta.
A Saramago, en su crítica a la Unión Europea, le inquieta
que “Hay algo que hasta ahora parecía más o menos claro: una
cosa que llamamos izquierda, otra cosa que llamamos derecha,
otra que hemos decidido llamar centro pero que no sabemos
muy bien qué es, es decir, cosas que llamamos ideologías”[1].
Desde luego, para alguien que se ha considerado marxista la
falta o la supuesta falta de ideologías lo deben dejar sin
piso. A uno de mis escritores favoritos hay que informarle
que las ideologías fueron el abismo para Europa. En el siglo
XX existieron dos ideologías delincuenciales: el comunismo y
el nacional socialismo. La visión marxista llevó al lento
suicidio a la mitad de Europa dejando, a los países en que
se impuso, sus habituales resultados: hambre, represión
política, exclusión, libertad coaccionada y una perpetua
burocracia inepta, entro otras. Bajo el auspicio de los
Ideales, la persecución de clase fue la disculpa para
cualquier acto criminal. La ideología no sólo penetró la
esfera pública, también su largo dedo señaló los ámbitos
intelectuales y académicos dejando a su paso despojos
intelectuales y varios rostros sonrojados por las tonterías
proferidas. Las Universidades Norteamericanas y europeas es
una prueba fehaciente de la infección. Las latinoamericanas
no se quedaron atrás[2].
Ahora bien, ¿No hay ideologías? El descalabro socialista no
ha sido obstáculo para reivindicar el error y, a su vez,
proponerlo como solución a un supuesto fracaso liberal[3].
Esta es la puesta en escena de una excelente partitura
ejecutada por una plana bien entrenada por los otrora
artífices del cimiento ruinoso: los intelectuales[4].
Para tal efecto, la representación ha contado con su
respectiva parte coral. Es decir, al no tener ya el paraíso
socialista que se disfrutó en Europa y en los países donde
se disfruta son la prueba incontrovertible del fracaso
–véase los casos de Cuba, China y Corea del Norte- sus
vetustos discursos se solapan con nuevos enemigos: los
verdes con su cambio climático, el monstruo norteamericano
(viejo sonsonete remasterizado), uno que otro curita en la
deriva de la liberación, un sinnúmero de partidos de
izquierda que cambian de nombre o se unifican para darse un
respiro de coherencia mientras se ahogan en sus
contradicciones internas, muestra hasta que punto el fármaco
ideológico subyace latente en estos “nuevos” ropajes y, como
si fuera poco, la novedad es coronada con una exquisita
cadenza, a saber: todo aquel que no esté de acuerdo con sus
temas o ideas es de derecha, por ende, es sospechoso y, por
consiguiente, fascista. Aplausos ¡Qué gran novedad! Los
ideólogos con “nueva” indumentaria retoman la perpetua
descalificación camuflándose en los nuevos discursos
mencionados. Los antiguos focos son reemplazados por tenues
bombillas que no dejan ver más allá de sus narices. Sin
embargo, no todos se quedaron bajo el miope candil pues,
haciendo examen de conciencia, han abandonado las antiguas
creencias que no tenían asidero en la realidad y han dado un
saludable giro hacia la responsabilidad, la libertad, la
democracia liberal y el individuo.
La vieja oposición capitalismo-socialismo que alimentaba la
ideología marxista se disolvió por el derrumbe del muro de
Berlín que constató, por enésima vez, las excrecencias que
trajo consigo el paraíso terrenal, pero esto no ha sido
óbice para que aquel mal haya desaparecido. La ideología,
como hemos visto, ha inventado nuevos enemigos sin darse
cuenta que ella misma es su peor enemigo, pues con su cerril
postura no deja hacer observación nítida y acertada de los
sucesos, sino que, basada en construcciones a priori
inamovibles, naufraga en el mar donde navega cómodamente, la
contradicción, culpando así de sus desacertados análisis a
cualquier cosa que no tenga nada que ver con ella.
Ella misma se reacomoda pero no deja sus vicios de
configuración, ella misma fabrica el enemigo con todas su
características, ella misma busca sus pleitos, ella misma
falsea la realidad sin importar su coste, y si en su camino
deja millones de muertos y víctimas reaviva más su actitud
impositiva. Y esto es posible porque hay quienes le dan
cuidados intensivos a la moribunda: los ideólogos. Estos
enseñan a sus anchas en las grandes Universidades, escriben
en los diarios más prestigiosos y las editoriales los miman;
sus adeptos, sin el más mínimo sentido crítico, vociferan
las supuestas novedades alardeando que es la única que tiene
sentido crítico y quienes la propugnan son los únicos que
tienen sentido crítico. Como vemos, ellos sólo ven la paja
en el ojo ajeno pero no los barrotes en el propio. Así que,
aquello llamado ideología, desafortunadamente, sigue su
camino infectando a su paso todo aquel que la toque.
Saramago es un exponente querido de esto.
Siguiendo su crítica a la Unión Europea, lo que antes era
confuso -una cosa que llamamos izquierda, otra que llamamos
derecha- pocas líneas después cobra claridad: “Mañana en la
Unión Europea, habrá gobiernos socialistas suavizados,
conservadores moderados, democratacristianos (que tampoco
sabemos qué son), puede que haya hasta neofascistas…”[5]
Oh sorpresa, de súbito don José logra salir de su confusión,
y del túnel oscuro va a la radiante luz. Peculiar paradoja
saramagiana. Aun así, Saramago insiste en que no ve nada
claro.
Prosigue su disertación con que hay que tener un idea del
mundo, del hombre “que se orienta en un sentido o en otro
según uno esté a la izquierda o a la derecha, con todos los
errores de la izquierda, con todos sus crímenes, con todo lo
horroroso que pasó, pero de todas formas había algo luminoso
allí”[6].
Eso luminoso llevó a los crímenes, no a ningún error. No es
un error el Gulag, las hambrunas, o la represión política,
retoños de aquella luminosidad. Esos son actos criminales y
quienes supieron de ellos y no los denunciaron son cómplices
de los criminales. Aquella Luz fue la dispensa para el
crimen o sino miremos como saludaron Kristeva,[7]
Sartre a la luminosidad maoísta. El humanismo de Lenin
Stalin, Kruschev,[8]
Pol Pot, Castro, Mengistu -presidido por Marx- no tiene
antecedentes pero se alzan con estruendosa voz enunciando el
verdadero renacimiento.
Saramago dice: “no quiero decir de que en la derecha sea
todo oscuridad, no estoy diciendo eso, pero no quiero que me
pongan delante una atmósfera gris en la que todo es igual”.[9]
(Subrayado mío). Don José tiene la extraña cualidad de
describir con exactitud el mundo comunista pero con un
agravante, ese color gris se lo endilga a las democracias.
Esta peculiaridad sigue su curso. En su diatriba a la Unión
Europea prorrumpe con “Nosotros no vivimos en una
democracia… salvo que democracia es… votar, de que después
un partido gobierne, que haya un parlamento y un presidente
de la República o algo así”[10]
Pues bien, como buen marxista Saramago camina por el
reduccionismo. Las sociedades democráticas, es decir, donde
se práctica la democracia, son sociedades abiertas que no se
esclerotizan sino que se están renovando, en las democracias
no sólo se vota, la democracia es muchísimo más, su base
fundamental es la constitución. Esta reconoce los derechos
del hombre (algo que causa escozor a los socialistas) los
mecanismos con que se eligen a sus representantes y, además,
recoge los métodos para reformar la constitución y vigilar
la constitucionalidad.
Las democracias liberales reconocen y salvaguardan las
libertades públicas y privadas individuales (el individuo
repele a los socialistas). Desde luego, uno de los modos de
participación es el voto, y no es, como él lo describe que
“en el momento justo en que tú introduces tu voto en la urna
estás dimitiendo de tu responsabilidad política, porque
estás delegando en otros señores quienes, a partir de ahí,
harán lo que les salga de las narices”.[11]
La democracia no es sólo una cuestión política, la
participación se hace en todas las esferas de la vida:
artes, economía, política, ciencia. Pero no sólo es votar:
es el ejercicio responsable de la libertad, de tomar tus
propias decisiones y elegir lo que te conviene sin lastimar
al prójimo. En una democracia la libertad de crítica se
ejerce, como bien lo hace mi querido José, eventualidad
totalmente abrogada en el reino socialista. Le pregunto a
Saramago: ¿Es posible la libertad de crítica en un país como
Cuba, Corea del Norte o Vietnam?
Y él prosigue: “la única alternativa a todo lo que tiene que
ver con la vida social es la participación”[12].
La vida social en una democracia liberal la hacen los
individuos no las instituciones, pues las instituciones
velan por las libertades y quien vela por el uso de la
libertad es el individuo, así que una persona no debe
prescribirle a otra que tiene que hacer con su vida. Otros
individuos pueden aconsejar, sugerir, pero no marcar con un
plan colectivo que se debe hacer con la vida de cada uno; si
alguien o alguna institución lo hace eso es coaccionar la
libertad. Saramago le endilga los vicios de configuración
del socialismo a la democracia. No hay que olvidar que en el
paraíso socialista todo aquel que no se arrime al aparato
estatal está totalmente anulado.
En su ceguera voluntaria Saramago dice verdades a medias:
“la Unión Soviética se derrumbó por motivos económicos, pero
en mi opinión se derrumbo también, y sobre todo, porque no
se puede vivir sin la gente. Como si hubiese dicho: aquí
estamos nosotros, el partido, y vamos a gobernar, vosotros
estad tranquilos”[13].
(Subrayado es mío) Detengámonos un poco. Según Saramago hay
dos motivos por los cuales la URSS se derrumbó: económicos y
por que no se puede vivir sin la gente.
El primer motivo siempre ha acompañado a los países
socialistas arrastrando a millones de personas al hambre,
pero esto no ha sido obstáculo para que estos regímenes
–China, Cuba, Corea del Norte- sigan vapuleando a los
individuos. La Unión Soviética sobrevivió gracias los
donativos que occidente muy amablemente les concedía sin
ninguna contraprestación[14].
Pero Saramago debería recordar que esos fracasos económicos,
vociferaban desde Moscú y desde La Habana, eran debidos al
capitalismo o a efectos metereológicos y no a las
directrices de las opulentas economías planificadas así,
entonces, donde quedamos ¿Los desastres económicos es una
compañía inseparable del socialismo o algún invisible
duendecillo malvado que pernoctaba en Wall Street no dejaba
que el impoluto socialismo floreciera? La realidad se
encargó de deshacer el sortilegio de las hordas socialistas
que desde muy temprano fueron bien refutadas por Eugen von
Böhm-Bawerk o por Ludwig von Mises, entre otros. Empero,
estas advertencias, que la realidad se encargó de confirmar,
no fueron bien recibidas por los oídos sordos marxistas que
las tomaron como meras fruslerías burguesas.
El segundo motivo ¿no vivió sin la gente? Desde el inicio de
la revolución a ninguno de los dirigentes del partido les
interesó la gente. Los campos de concentración y las medidas
restrictivas para coartar la libertad fueron debidamente
diseñadas[15]
y aquel vosotros estad tranquilos es una mera
superchería de Saramago. Un régimen policial y delincuencial
presidido por una ideología consustancialmente criminal no
hace posible una vida tranquila. Las diversas memorias de
los sobrevivientes del demencial régimen muestran que era
imposible vivir tranquilamente[16].
Esto no sólo sucedió, como algunos quieren hacernos creer,
en la época estalinista, sino que abarcó desde la dictadura
leninista hasta la era Gorbachov[17].
Hay que añadir, además, que estas semillas comunistas
germinaron en diversos lugares del planeta aventajando con
creces a los maestros soviéticos. La sentencia que Saramago
le carga a las democracias de que la responsabilidad de la
vida es tomada por “otros señores quienes, a partir de ahí,
harán lo que les salga de la narices”[18]
es una descripción exacta de lo que sucedía y sucede en los
regímenes comunistas llevando a la muerte a cien millones de
personas y a más de un millar de víctimas sobrevivientes al
hambre, al desarraigo obligado y a no tener control pleno
sobre sus vidas. Y esto sigue sucediendo o si no, para poner
un ejemplo, qué hay que decir del Laogai[19].
Entonces es válido preguntar ¿La Unión Soviética se derrumbó
por motivos económicos y porque no se puede vivir sin la
gente? Para sobrevivir, los regímenes comunistas apelan a
tres medios eficaces: el terror, la represión y la
propaganda. Los dos primeros los utiliza sistemáticamente
contra su pueblo. Sus dirigentes, para mantener el orden
instituido, anulan cualquier vestigio de crítica y quien lo
haga o no siga los dictámenes establecidos diligentemente lo
llevan a prisión, lo conducen a los campos de concentración,
le vigilan y amenazan a su familia[20]
o, sin mediar más, es asesinado.
Los perpetuos desastres económicos con sus millones de
víctimas abordo y el deshacerse de las personas no han sido
los motivos para que los regímenes comunistas se desmoronen.
Los regímenes comunistas son sociedades cerradas que para
sobrevivir a la descomposición interna, necesitan de más
descomposición interna. Cuando estas sociedades se abren al
mundo su derrumbe es inevitable y esto fue lo que le sucedió
a la Unión Soviética: su apertura al mundo fue su derrumbe
ante el mundo; sí, ante el mundo. Cuando un régimen
se cierra, construye muros y prohíbe sistemáticamente la
salida de sus ciudadanos hacia otros países es una sociedad
que ya ha llevado a cabo su derrumbe, pero para que esto no
sea visible ante el mundo se vale del tercer medio: la
propaganda. Utilizada hacia el exterior y emanada desde el
seno mismo del régimen, fue el velo voluntario que
muchísimas personas pusieron ante sus ojos, entre ellos
innumerables intelectuales de renombre internacional que
hicieron de séquito cómplice, para no ver las atrocidades
cometidas, y estos, a su vez, hicieron de altavoces de las
conquistas irrefutables de la próspera ciudadela comunista.
Aún así, el velo no fue suficiente y, así que, a cualquier
insinuación de las calamidades que sufrían a diario los
ciudadanos del hermoso paraje paradisíaco pronto eran
amenazantemente calladas por no estar a favor de la
libertad. Estos tres medios siameses al socialismo
sostuvieron todo el andamiaje asesino. Así pues, lo que hizo
que cayese la Unión Soviética fue su apertura mas no su
anémica economía ni su organizada maquinaria trituradora de
hombres, su apertura mostró las llagas que la carcomían
desde 1917, e hizo, a su vez, detener una propaganda ya
desgastada y una represión llevada a niveles muy sutiles[21].
Saramago le hace a uno recordar a otro portugués famoso. Me
refiero al excelente jugador de fútbol Cristiano Ronaldo. El
jugador portugués utiliza diversos recursos que maneja con
gran despliegue técnico. Su eficacia en el manejo del balón
lo ha llevado a estar entre los más dotados en su
disciplina. Pero que tienen de similar José Saramago y
Cristiano Ronaldo. Aunque son portugueses y cada uno brilla
con luz propia en sus respectivos ámbitos, muy poco tienen
en común. No obstante, hay algo que el escritor utiliza pero
no con la efectividad de su compatriota que hace vibrar a
propios y extraños con su exquisito juego, ese recurso
técnico es la gambeta. Veamos algunas de las gambetas del
escritor: “Cuando digo que algo puede sonar a desvío
idealista como que ‘ser socialista es un estado de
espíritu’… y algunos dirán que ser socialista es algo que
resulta del examen de las condiciones de la historia, de la
vida, de la economía, y de todo ese rollo, y después de
haber estudiado todo eso decimos: yo soy socialista”.[22]
Pues bien, ahora vemos que el materialismo histórico ya no
hace parte de la verborrea socialista, ahora se ha elevado a
los terrenos de la metafísica. Este misticismo, este estado
de espíritu es inexplicable pues “uno se siente socialista
no por esto o aquello, por motivos muy objetivos y muy
concretos que se puede pone en le papel, no”[23].
Las circunstancias objetivas para que los socialistas
hicieran posible el advenimiento del cielo en la tierra han
desaparecido de repente, sin ninguna explicación.
El estudio “científico” o mejor, seudocientífico de la
realidad, aquella observación exacta de las condiciones de
la realidad para así dar al hombre las herramientas
necesarias para construir el socialismo ya no las son,
entonces deshaciéndonos de la observación “científica
socialista” el que es socialista no es quién propugna esto
sino quién tiene un estado de espíritu es, según
Saramago “como cuando decimos que el paisaje es un estado de
espíritu, ya que tú contemplas un paisaje y te gusta
o no te gusta… el símil en este caso no es exacto,
pero lo que intento explicar es que cuando digo que
es un estado de espíritu me estoy refiriendo a cómo te
relacionas tú con lo que está afuera de ti, con le mundo,
con los otros, con todo”[24].
Maravillosa gambeta. Este estado de espíritu es
contemplativo, y como es difícil de explicar toma recursos
estilísticos de los grandes místicos como el símil para
intentar explicar este estado elevado. Con esto, Saramago
explica muy coherentemente que en China “se mantiene el
decorado socialista pero la realidad es otra… entrar por el
aro del capitalismo sea la forma (énfasis mío) de
salir de una situación de atraso… Cuba se mantiene… porque
todavía queda ahí, con todas las contradicciones, eso que yo
llamo el estado de espíritu. Creíamos que era suficiente
resolver los problemas materiales de la gente…que una vez
resueltos… te encontrarías… con lo que llamábamos ‘el hombre
nuevo’ ”[25]
Es decir, para que el espíritu socialista se mantenga hay
que estar en el atraso (Saramago admite que con el
capitalismo se sale del atraso con el a socialismo se
perpetua), hay que soportar una dictadura hostigante que no
deja campo a la crítica, hay que arriesgarse a atravesar un
mar infestado de tiburones en cualquier artefacto que flote
con todas las posibilidades en contra para salir vivo, hay
que aguantar la constante vigilancia con que la policía
secreta –único organismo que funciona con eficacia y
prontitud en estos regímenes- reprime cualquier indicio de
crítica haciendo valer la delación como punto más alto de la
construcción de la sociedad sin clases y sin odios, hay que
prostituirse para poder sobrevivir pues así, de esta manera,
se mantiene el espíritu socialista, aquel estado de espíritu
único e inexplicable.
Pero, según Saramago, los problemas materiales de los
habitantes de la isla están resueltos. Lo que resuelve el
socialismo es como mantener el hambre y la pobreza, y esto,
mí admirado José, lo han llevado con rauda exactitud donde
se ha impuesto el socialismo. Según el enfoque saramagiano,
los cubanos que se atreven al ejercicio de la crítica con
riesgo de ser reprimidos y aquellos que desde el exilio
denuncian las crueldades y atropellos del régimen cometen
una canallada a los cubanos de la isla, de este inmenso
campo de concentración donde su vigilante máximo, sea el
humanista Fidel o su hermano el fraile Raúl, jamás se quitan
el uniforme, pues los que se marchan están dejando el lugar
donde el inmaculado espíritu socialista campea y donde se
pueden relacionar “con lo que está afuera de ti, con el
mundo, con los otros, con todo”[26]
y los que se quedan siguen respirando el refrescante aire
del espíritu. Saramago nos debería explicar cómo mantiene su
estado de espíritu cuando ha vivido en el mundo capitalista,
en la comodidad de las democracias; puesto que en los países
donde el socialismo se impuso tienen un atisbo de
capitalismo[27]
estos pierden su estado de espíritu, entonces ¿Cómo haces,
José, para no perder ese estado de espíritu cuando has
residido en el mundo capitalista? ¿Cómo te dejas “engatusar”
por las editoriales con el cuento de los derechos de autor y
vivir cómodamente en la isla de Lanzarote, España, país del
mundo capitalista? Pues creo que la respuesta es sencilla;
después del paso del socialismo utópico al socialismo
científico viene otro paso más que no entrevió Engels: el
socialismo contemplativo, a saber: defender la ideología a
costa del exquisito panorama que el socialismo deja sin
inmutarse ante el cruel espectáculo: las víctimas ¡Qué gran
humanista eres, José!
En su malabarismo intelectual y en defensa de lo
indefendible Saramago lanza algo que a primera vista es
incontrovertible: “Nadie podrá decir: estoy decepcionado con
el sistema capitalista de mi gobierno, porque te
contestarán: ¿Por qué esta usted decepcionado? ¿Le ha
prometido algo? Y no tiene más remedio que contestar: ‘a mí
no’. Entonces no puedes estar decepcionado… El socialismo sí
promete, y si no cumple, que no ha cumplido… entonces
decepciona”[28]
¿Será así? Aquí hay un falso paralelismo. Pues el rasero
para medir uno y otro es lo que prometen y como el
capitalismo no promete, entonces, el socialismo es de la más
alta dignidad aunque decepcione. Le propongo a Saramago que
hagamos un examen de los hechos, pues allí es donde las
dudas se disipan. Es decir, cuando a un determinado grupo se
le inscribe en la lista de grupo terrorista no es por los
objetivos que persigue sino por los métodos que utiliza. La
crítica que se les hace es por lo que hacen, por sus hechos.
De igual manera propongo que el rasero de capitalismo y
socialismo sea en la misma dirección: por sus hechos ¿Cuál
ha asesinado en nombre de una causa, cuál ha reprimido,
torturado y triturado a los seres humanos como maquinaria de
Estado de manera sistemática? ¿Cuál ha hecho de su condición
perpetua el hambre? La respuesta es obvia: el socialismo en
su pretensión de sociedad sin clases, el comunismo.
En esta tónica, Saramago arremete contra el capitalismo sin
inmutarse en hacer una crítica al sistema consustancialmente
criminal que se instaló en diversos puntos del planeta y que
produjo irremediablemente los mismos resultados, ¿Para
Saramago y los demás de su grupo, Zizek, Ramonet, Galeano,
entre otros, esto no es sospechoso? ¿No ven, ni leen lo que
las innumerables memorias de las víctimas y que ha sido
corroborado con la apertura parcial de los archivos, pues a
pesar de la caída la censura todavía persiste, y con las
investigaciones serias? ¿No basta con la voz sincera del
premio Nobel de literatura Alexander Solzhenitsyn?[29]
Hay muchas más cuestiones que es preciso criticarle a
Saramago que se encuentran en las palabras citadas aquí y
que se han dejado por fuera de este escrito. Lo que es
importante resaltar es la preocupante ceguera de un hombre
que se le considera una conciencia moral y no haya sometido
a crítica sus postulados marxistas y, a su vez, dar rodeos
para explicar la caída del régimen comunista en Europa
oriental y seguir dando licencia a los que aún permanecen
moribundos. La denuncia y la investigación de los crímenes
del comunismo deben ser de una sonora claridad. Los crímenes
del comunismo son del comunismo como los crímenes del
nazismo son del nazismo. Esto es un deber con las víctimas.
Si se hace conmemoración a las víctimas de la Shoa con la
saludable rememoración de lo criminal del régimen nazi, es
inevitable e imperativo hacer lo mismo con las víctimas del
comunismo. Ambos totalitarismo utilizaron los mismos
métodos: el campo de concentración, las matanzas en masas,
la deportación y la limpieza étnica; uno lo hizo con más
tiempo y aún lo hace, el comunismo. Sin embargo, salvo
algunas excepciones, occidente es ciego ante esto. Es una
verdad incontestable que la izquierda no comunista y la
comunista no han hecho un mea culpa ante los crímenes del
comunismo, entre éstos se encuentra el lusitano; esto
muestra su contorsionismo intelectual y falta de integridad
moral ante las víctimas. Y por eso mi pregunta: Saramago ¿Y
las víctimas del comunismo?
[1]
Arias, Juan. José Saramago: el amor posible.
Barcelona, Ed. Planeta, 1998. P.109
[2]
Melquior, J. G. De Praga a París. México, FCE,
1989
[3]
Vid.
Revel, J. F. La gran Mascarada. Buenos Aires,
Taurus, 2001
[4]
Lilla, Mark. Pensadores temerarios. Barcelona,
Debate, 2004
[5]
Arias Juan. P.110
[6]
Arias, Juan. P. 111
[7]
Vid. Sorman,
Guy. China El imperio de las mentiras. Buenos
Aires, Editorial suramericana, 2007, P. 240
[8]
Sí, no olvidemos que su famoso discurso fue a puerta
cerrada, no olvidemos como llegó al poder luego de la
misteriosa desaparición de Bería. Kruschev jamás desmontó el
GULAG, y a él le debemos la brutal represión de 1956 en
Budapest y la construcción del muro de Berlín para impedir
la fuga de ciudadanos hacia la Alemania libre.
[9]
Arias Juan. P.111
[10]
Ibid.
[11]
Ibid. P. 113
[12]
Ibid.
[13]
Ibid.
[14]
Vid.
Revel, Jean Francois. Como terminan las democracias.
Ed. Planeta. 1983.
[15]Courtois,
Stéphane. El libro negro del comunismo.
Madrid, Ed. Planeta. 1997
[16]
Para tal efecto ver la trilogía de Vitaly Chentaliski:
Esclavos de la libertad; Crimen sin castigo; Denuncia
contra Sócrates. Barcelona, Galaxia Gutenberg.
[17]
Vid.
Applebaum, Anne. Gulag: historia de los campos de
concentración soviéticos. Barcelona, Debate. 2004.
También, Remnick, David. La tumba de Lenin.
Bogotá, Tercer mundo editores. 1995
[18]
Arias, Juan. P. 113
[19]
Acrónimo
del sistema concentracionario de la China comunista Vid.
Courtois, Stéphane
[20]
Es el caso del escritor Mijaíl Bulgakov. Vid.
Chentalinski, Vitali. Esclavos de la libertad
y Denuncia contra Sócrates
[21]
Vid .Applebaum,
Anne. Caps “La era de los disidentes” y “Los años ochenta:
la demolición de las estatuas”
[22]
Arias, Juan. P. 113
[23]
Ibid.
[24]
Ibid.
[25]
Ibid. P. 115
[26]
Ibid. P. 114
[27]
Sorman, Guy. Op.
Cit.
[28]
Arias, Juan. P. 113-114
[29]
Vid.
Rusia bajo los escombros. México, FCE, 2002. De igual manera
sus novelas: Archipiélago Gulag, El primer círculo o Un día
en la vida de Iván Denisovich.