En defensa del neoliberalismo

SARAMAGO ¿Y LAS VÍCTIMAS DEL COMUNISMO?

Carlos Alberto Romero Sánchez*

¿Qué se pretende hacer aquí? Simplemente hacer una crítica a un admirado escritor, José Saramago. ¿En qué consiste la crítica? En la entrevista que concede José Saramago al periodista español Juan Arias en el libro José Saramago: El amor posible Saramago habla, entre otras, de su infancia, de sus primeras lecturas, de la elaboración de sus novelas y de como llegó a deshacerse de los signos convencionales dialógicos y, también, de política. Y en este terreno Saramago demuestra que su esterilidad política es igualmente proporcional a su creatividad literaria. Veamos esto con calma atenta.

A Saramago, en su crítica a la Unión Europea, le inquieta que “Hay algo que hasta ahora parecía más o menos claro: una cosa que llamamos izquierda, otra cosa que llamamos derecha, otra que hemos decidido llamar centro pero que no sabemos muy bien qué es, es decir, cosas que llamamos ideologías”[1]. Desde luego, para alguien que se ha considerado marxista la falta o la supuesta falta de ideologías lo deben dejar sin piso. A uno de mis escritores favoritos hay que informarle que las ideologías fueron el abismo para Europa. En el siglo XX existieron dos ideologías delincuenciales: el comunismo y el nacional socialismo. La visión marxista llevó al lento suicidio a la mitad de Europa dejando, a los países en que se impuso, sus habituales resultados: hambre, represión política, exclusión, libertad coaccionada y una perpetua burocracia inepta, entro otras. Bajo el auspicio de los Ideales, la persecución de clase fue la disculpa para cualquier acto criminal. La ideología no sólo penetró la esfera pública, también su largo dedo señaló los ámbitos intelectuales y académicos dejando a su paso despojos intelectuales y varios rostros sonrojados por las tonterías proferidas. Las Universidades Norteamericanas y europeas es una prueba fehaciente de la infección. Las latinoamericanas no se quedaron atrás[2].

Ahora bien, ¿No hay ideologías? El descalabro socialista no ha sido obstáculo para reivindicar el error y, a su vez, proponerlo como solución a un supuesto fracaso liberal[3]. Esta es la puesta en escena de una excelente partitura ejecutada por una plana bien entrenada por los otrora artífices del cimiento ruinoso: los intelectuales[4]. Para tal efecto, la representación ha contado con su respectiva parte coral. Es decir, al no tener ya el paraíso socialista que se disfrutó en Europa y en los países donde se disfruta son la prueba incontrovertible del fracaso –véase los casos de Cuba, China y Corea del Norte- sus vetustos discursos se solapan con nuevos enemigos: los verdes con su cambio climático, el monstruo norteamericano (viejo sonsonete remasterizado), uno que otro curita en la deriva de la liberación, un sinnúmero de partidos de izquierda que cambian de nombre o se unifican para darse un respiro de coherencia mientras se ahogan en sus contradicciones internas, muestra hasta que punto el fármaco ideológico subyace latente en estos “nuevos” ropajes y, como si fuera poco, la novedad es coronada con una exquisita cadenza, a saber: todo aquel que no esté de acuerdo con sus temas o ideas es de derecha, por ende, es sospechoso y, por consiguiente, fascista. Aplausos ¡Qué gran novedad! Los ideólogos con “nueva” indumentaria retoman la perpetua descalificación camuflándose en los nuevos discursos mencionados. Los antiguos focos son reemplazados por tenues bombillas que no dejan ver más allá de sus narices. Sin embargo, no todos se quedaron bajo el miope candil pues, haciendo examen de conciencia, han abandonado las antiguas creencias que no tenían asidero en la realidad y han dado un saludable giro hacia la responsabilidad, la libertad, la democracia liberal y el individuo. 

La vieja oposición capitalismo-socialismo que alimentaba la ideología marxista se disolvió por el derrumbe del muro de Berlín que constató, por enésima vez, las excrecencias que trajo consigo el paraíso terrenal, pero esto no ha sido óbice para que aquel mal haya desaparecido. La ideología, como hemos visto, ha inventado nuevos enemigos sin darse cuenta que ella misma es su peor enemigo, pues con su cerril postura no deja hacer observación nítida y acertada de los sucesos, sino que, basada en construcciones a priori inamovibles, naufraga en el mar donde navega cómodamente, la contradicción, culpando así de sus desacertados análisis a cualquier cosa que no tenga nada que ver con ella.

Ella misma se reacomoda pero no deja sus vicios de configuración, ella misma fabrica el enemigo con todas su características, ella misma busca sus pleitos, ella misma falsea la realidad sin importar su coste, y si en su camino deja millones de muertos y víctimas reaviva más su actitud impositiva. Y esto es posible porque hay quienes le dan cuidados intensivos a la moribunda: los ideólogos. Estos enseñan a sus anchas en las grandes Universidades, escriben en los diarios más prestigiosos y las editoriales los miman; sus adeptos, sin el más mínimo sentido crítico, vociferan las supuestas novedades alardeando que es la única que tiene sentido crítico y quienes la propugnan son los únicos que tienen sentido crítico. Como vemos, ellos sólo ven la paja en el ojo ajeno pero no los barrotes en el propio. Así que, aquello llamado ideología, desafortunadamente, sigue su camino infectando a su paso todo aquel que la toque. Saramago es un exponente querido de esto.

Siguiendo su crítica a la Unión Europea, lo que antes era confuso -una cosa que llamamos izquierda, otra que llamamos derecha- pocas líneas después cobra claridad: “Mañana en la Unión Europea, habrá gobiernos socialistas suavizados, conservadores moderados, democratacristianos (que tampoco sabemos qué son), puede que haya hasta neofascistas…”[5] Oh sorpresa, de súbito don José logra salir de su confusión, y del túnel oscuro va a la radiante luz. Peculiar paradoja saramagiana. Aun así, Saramago insiste en que no ve nada claro.

Prosigue su disertación con que hay que tener un idea del mundo, del hombre “que se orienta en un sentido o en otro según uno esté a la izquierda o a la derecha, con todos los errores de la izquierda, con todos sus crímenes, con todo lo horroroso que pasó, pero de todas formas había algo luminoso allí”[6]. Eso luminoso llevó a los crímenes, no a ningún error. No es un error el Gulag, las hambrunas, o la represión política, retoños de aquella luminosidad. Esos son actos criminales y quienes supieron de ellos y no los denunciaron son cómplices de los criminales. Aquella Luz fue la dispensa para el crimen o sino miremos como saludaron Kristeva,[7] Sartre a la luminosidad maoísta. El humanismo de Lenin Stalin, Kruschev,[8] Pol Pot, Castro, Mengistu -presidido por Marx- no tiene antecedentes pero se alzan con estruendosa voz enunciando el verdadero renacimiento.

Saramago dice: “no quiero decir de que en la derecha sea todo oscuridad, no estoy diciendo eso, pero no quiero que me pongan delante una atmósfera gris en la que todo es igual”.[9] (Subrayado mío). Don José tiene la extraña cualidad de describir con exactitud el mundo comunista pero con un agravante, ese color gris se lo endilga a las democracias. Esta peculiaridad sigue su curso. En su diatriba a la Unión Europea prorrumpe con “Nosotros no vivimos en una democracia… salvo que democracia es… votar, de que después un partido gobierne, que haya un parlamento y un presidente de la República o algo así”[10] Pues bien, como buen marxista Saramago camina por el reduccionismo. Las sociedades democráticas, es decir, donde se práctica la democracia, son sociedades abiertas que no se esclerotizan sino que se están renovando, en las democracias no sólo se vota, la democracia es muchísimo más, su base fundamental es la constitución. Esta reconoce los derechos del hombre (algo que causa escozor a los socialistas) los mecanismos con que se eligen a sus representantes y, además, recoge los métodos para reformar la constitución y vigilar la constitucionalidad.

Las democracias liberales reconocen y salvaguardan las libertades públicas y privadas individuales (el individuo repele a los socialistas). Desde luego, uno de los modos de participación es el voto, y no es, como él lo describe que “en el momento justo en que tú introduces tu voto en la urna estás dimitiendo de tu responsabilidad política, porque estás delegando en otros señores quienes, a partir de ahí, harán lo que les salga de las narices”.[11] La democracia no es sólo una cuestión política, la participación se hace en todas las esferas de la vida: artes, economía, política, ciencia. Pero no sólo es votar: es el ejercicio responsable de la libertad, de tomar tus propias decisiones y elegir lo que te conviene sin lastimar al prójimo. En una democracia la libertad de crítica se ejerce, como bien lo hace mi querido José, eventualidad totalmente abrogada en el reino socialista. Le pregunto a Saramago: ¿Es posible la libertad de crítica en un país como Cuba, Corea del Norte o Vietnam?

Y él prosigue: “la única alternativa a todo lo que tiene que ver con la vida social es la participación”[12]. La vida social en una democracia liberal la hacen los individuos no las instituciones, pues las instituciones velan por las libertades y quien vela por el uso de la libertad es el individuo, así que una persona no debe prescribirle a otra que tiene que hacer con su vida. Otros individuos pueden aconsejar, sugerir, pero no marcar con un plan colectivo que se debe hacer con la vida de cada uno; si alguien o alguna institución lo hace eso es coaccionar la libertad.  Saramago le endilga los vicios de configuración del socialismo a la democracia. No hay que olvidar que en el paraíso socialista todo aquel que no se arrime al aparato estatal está totalmente anulado.

En su ceguera voluntaria Saramago dice verdades a medias: “la Unión Soviética se derrumbó por motivos económicos, pero en mi opinión se derrumbo también, y sobre todo, porque no se puede vivir sin la gente. Como si hubiese dicho: aquí estamos nosotros, el partido, y vamos a gobernar, vosotros estad tranquilos[13]. (Subrayado es mío)  Detengámonos un poco. Según Saramago hay dos motivos por los cuales la URSS se derrumbó: económicos y por que no se puede vivir sin la gente.

El primer motivo siempre ha acompañado a los países socialistas arrastrando a millones de personas al hambre, pero esto no ha sido obstáculo para que estos regímenes –China, Cuba, Corea del Norte- sigan vapuleando a los individuos. La Unión Soviética sobrevivió gracias los donativos que occidente muy amablemente les concedía sin ninguna contraprestación[14]. Pero Saramago debería recordar que esos fracasos económicos, vociferaban desde Moscú y desde La Habana, eran debidos al capitalismo o a efectos metereológicos y no a las directrices de las opulentas economías planificadas  así, entonces, donde quedamos ¿Los desastres económicos es una compañía inseparable del socialismo o algún invisible duendecillo malvado que pernoctaba en Wall Street no dejaba que el impoluto socialismo floreciera? La realidad se encargó de deshacer el sortilegio de las hordas socialistas que desde muy temprano fueron bien refutadas por Eugen von Böhm-Bawerk o por Ludwig von Mises, entre otros. Empero, estas advertencias, que la realidad se encargó de confirmar, no fueron bien recibidas por los oídos sordos marxistas que las tomaron como meras fruslerías burguesas.

El segundo motivo ¿no vivió sin la gente? Desde el inicio de la revolución a ninguno de los dirigentes del partido les interesó la gente. Los campos de concentración y las medidas restrictivas para coartar la libertad fueron debidamente diseñadas[15] y aquel vosotros estad tranquilos es una mera superchería de Saramago. Un régimen policial y delincuencial presidido por una ideología consustancialmente criminal no hace posible una vida tranquila. Las diversas memorias de los sobrevivientes del demencial régimen muestran que era imposible vivir tranquilamente[16]. Esto no sólo sucedió, como algunos quieren hacernos creer, en la época estalinista, sino que abarcó desde la dictadura leninista hasta la era Gorbachov[17]. Hay que añadir, además, que estas semillas comunistas germinaron en diversos lugares del planeta aventajando con creces a los maestros soviéticos. La sentencia que Saramago le carga a las democracias de que la responsabilidad de la vida es tomada por “otros señores quienes, a partir de ahí, harán lo que les salga de la narices”[18] es una descripción exacta de lo que sucedía y sucede en los regímenes comunistas llevando a la muerte a cien millones de personas y a más de un millar de víctimas sobrevivientes al hambre, al desarraigo obligado y a no tener control pleno sobre sus vidas. Y esto sigue sucediendo o si no, para poner un ejemplo, qué hay que decir del Laogai[19].

Entonces es válido preguntar ¿La Unión Soviética se derrumbó por motivos económicos y porque no se puede vivir sin la gente? Para sobrevivir, los regímenes comunistas apelan a tres medios eficaces: el terror, la represión y la propaganda. Los dos primeros los utiliza sistemáticamente contra su pueblo. Sus dirigentes, para mantener el orden instituido, anulan cualquier vestigio de crítica y quien lo haga o no siga los dictámenes establecidos diligentemente lo llevan a prisión, lo conducen a los campos de concentración, le vigilan y amenazan a su familia[20] o, sin mediar más, es asesinado.

Los perpetuos desastres económicos con sus millones de víctimas abordo y el deshacerse de las personas no han sido los motivos para que los regímenes comunistas se desmoronen. Los regímenes comunistas son sociedades cerradas que para sobrevivir a la descomposición interna, necesitan de más descomposición interna. Cuando estas sociedades se abren al mundo su derrumbe es inevitable y esto fue lo que le sucedió a la Unión Soviética: su apertura al mundo fue su derrumbe ante el mundo; sí, ante el mundo. Cuando un régimen se cierra, construye muros y prohíbe sistemáticamente la salida de sus ciudadanos hacia otros países es una sociedad que ya ha llevado a cabo su derrumbe, pero para que esto no sea visible ante el mundo se vale del tercer medio: la propaganda. Utilizada hacia el exterior y emanada desde el seno mismo del régimen, fue el velo voluntario que muchísimas personas pusieron ante sus ojos, entre ellos innumerables intelectuales de renombre internacional que hicieron de séquito cómplice, para no ver las atrocidades cometidas, y estos, a su vez, hicieron de altavoces de las conquistas irrefutables de la próspera ciudadela comunista. Aún así, el velo no fue suficiente y, así que, a cualquier insinuación de las calamidades que sufrían a diario los ciudadanos del hermoso paraje paradisíaco pronto eran amenazantemente calladas por no estar a favor de la libertad. Estos tres medios siameses al socialismo sostuvieron todo el andamiaje asesino. Así pues, lo que hizo que cayese la Unión Soviética fue su apertura mas no su anémica economía ni su organizada maquinaria trituradora de hombres, su apertura mostró las llagas que la carcomían desde 1917, e hizo, a su vez, detener una propaganda ya desgastada y una represión llevada a niveles muy sutiles[21].

Saramago le hace a uno recordar a otro portugués famoso. Me refiero al excelente jugador de fútbol Cristiano Ronaldo. El jugador portugués utiliza diversos recursos que maneja con gran despliegue técnico. Su eficacia en el manejo del balón lo ha llevado a estar entre los más dotados en su disciplina. Pero que tienen de similar José Saramago y Cristiano Ronaldo. Aunque son portugueses y cada uno brilla con luz propia en sus respectivos ámbitos, muy poco tienen en común. No obstante, hay algo que el escritor utiliza pero no con la efectividad de su compatriota que hace vibrar a propios y extraños con su exquisito juego, ese recurso técnico es la gambeta. Veamos algunas de las gambetas del escritor: “Cuando digo que algo puede sonar a desvío idealista como que ‘ser socialista es un estado de espíritu’… y algunos dirán que ser socialista es algo que resulta del examen de las condiciones de la historia, de la vida, de la economía, y de todo ese rollo, y después de haber estudiado todo eso decimos: yo soy socialista”.[22]  

Pues bien, ahora vemos que el materialismo histórico ya no hace parte de la verborrea socialista, ahora se ha elevado a los terrenos de la metafísica. Este misticismo, este estado de espíritu es inexplicable pues “uno se siente socialista no por esto o aquello, por motivos muy objetivos y muy concretos que se puede pone en le papel, no”[23]. Las circunstancias objetivas para que los socialistas hicieran posible el advenimiento del cielo en la tierra han desaparecido de repente, sin ninguna explicación.     

El estudio “científico” o mejor, seudocientífico de la realidad, aquella observación exacta de las condiciones de la realidad para así dar al hombre las herramientas necesarias para construir el socialismo ya no las son, entonces deshaciéndonos de la observación “científica socialista” el que es socialista no es quién propugna esto sino quién tiene un  estado de espíritu es, según Saramago “como cuando decimos que el paisaje es un estado de espíritu, ya que tú contemplas un paisaje y te gusta o no te gusta… el símil en este caso no es exacto, pero lo que intento explicar es que cuando digo que es un estado de espíritu me estoy refiriendo a cómo te relacionas tú con lo que está afuera de ti, con le mundo, con los otros, con todo”[24]. Maravillosa gambeta. Este estado de espíritu es contemplativo, y como es difícil de explicar toma recursos estilísticos de los grandes místicos como el símil para intentar explicar este estado elevado. Con esto, Saramago explica muy coherentemente que en China “se mantiene el decorado socialista pero la realidad es otra… entrar por el aro del capitalismo sea la forma (énfasis mío) de salir de una situación de atraso… Cuba se mantiene… porque todavía queda ahí, con todas las contradicciones, eso que yo llamo el estado de espíritu. Creíamos que era suficiente resolver los problemas materiales de la gente…que una vez resueltos… te encontrarías… con lo que llamábamos ‘el hombre nuevo’ ”[25] Es decir, para que el espíritu socialista se mantenga hay que estar en el atraso (Saramago admite que con el capitalismo se sale del atraso con el a socialismo se perpetua), hay que soportar una dictadura hostigante que no deja campo a la crítica, hay que arriesgarse a atravesar un mar infestado de tiburones en cualquier artefacto que flote con todas las posibilidades en contra para salir vivo, hay que aguantar la constante vigilancia con que la policía secreta –único organismo que funciona con eficacia y prontitud en estos regímenes- reprime cualquier indicio de crítica haciendo valer la delación como punto más alto de la construcción de la sociedad sin clases y sin odios, hay que prostituirse para poder sobrevivir pues así, de esta manera, se mantiene el espíritu socialista, aquel estado de espíritu único e inexplicable.

Pero, según Saramago, los problemas materiales de los habitantes de la isla están resueltos. Lo que resuelve el socialismo es como mantener el hambre y la pobreza, y esto, mí admirado José, lo han llevado con rauda exactitud donde se ha impuesto el socialismo. Según el enfoque saramagiano, los cubanos que se atreven al ejercicio de la crítica con riesgo de ser reprimidos y aquellos que desde el exilio denuncian las crueldades y atropellos del régimen cometen una canallada a los cubanos de la isla, de este inmenso campo de concentración donde su vigilante máximo, sea el humanista Fidel o su hermano el fraile Raúl, jamás se quitan el uniforme, pues los que se marchan están dejando el lugar donde el inmaculado espíritu socialista campea y donde se pueden relacionar “con lo que está afuera de ti, con el mundo, con los otros, con todo”[26] y los que se quedan siguen respirando el refrescante aire del espíritu. Saramago nos debería explicar cómo mantiene su estado de espíritu cuando ha vivido en el mundo capitalista, en la comodidad de las democracias; puesto que en los países donde el socialismo se impuso tienen un atisbo de capitalismo[27] estos pierden su estado de espíritu, entonces ¿Cómo haces, José, para no perder ese estado de espíritu cuando has residido en el mundo capitalista? ¿Cómo te dejas “engatusar” por las editoriales con el cuento de los derechos de autor y vivir cómodamente en la isla de Lanzarote, España, país del mundo capitalista? Pues creo que la respuesta es sencilla; después del paso del socialismo utópico al socialismo científico viene otro paso más que no entrevió Engels: el socialismo contemplativo, a saber: defender la ideología a costa del exquisito panorama que el socialismo deja sin inmutarse ante el cruel espectáculo: las víctimas ¡Qué gran humanista eres, José!

En su malabarismo intelectual y en defensa de lo indefendible Saramago lanza algo que a primera vista es incontrovertible: “Nadie podrá decir: estoy decepcionado con el sistema capitalista de mi gobierno, porque te contestarán: ¿Por qué esta usted decepcionado? ¿Le ha prometido algo? Y no tiene más remedio que contestar: ‘a mí no’. Entonces no puedes estar decepcionado… El socialismo sí promete, y si no cumple, que no ha cumplido… entonces decepciona”[28] ¿Será así? Aquí hay un falso paralelismo. Pues el rasero para medir uno y otro es lo que prometen y como el capitalismo no promete, entonces, el socialismo es de la más alta dignidad aunque decepcione. Le propongo a Saramago que hagamos un examen de los hechos, pues allí es donde las dudas se disipan. Es decir, cuando a un determinado grupo se le inscribe en la lista de grupo terrorista no es por los objetivos que persigue sino por los métodos que utiliza. La crítica que se les hace es por lo que hacen, por sus hechos. De igual manera propongo que el rasero de capitalismo y socialismo sea en la misma dirección: por sus hechos ¿Cuál ha asesinado en nombre de una causa, cuál ha reprimido, torturado y triturado a los seres humanos como maquinaria de Estado de manera sistemática? ¿Cuál ha hecho de su condición perpetua el hambre? La respuesta es obvia: el socialismo en su pretensión de sociedad sin clases, el comunismo.

En esta tónica, Saramago arremete contra el capitalismo sin inmutarse en hacer una crítica al sistema consustancialmente criminal que se instaló en diversos puntos del planeta y que produjo irremediablemente los mismos resultados, ¿Para Saramago y los demás de su grupo, Zizek, Ramonet, Galeano, entre otros, esto no es sospechoso? ¿No ven, ni leen lo que las innumerables memorias de las víctimas y que ha sido corroborado con la apertura parcial de los archivos, pues a pesar de la caída la censura todavía persiste, y con las investigaciones serias? ¿No basta con la voz sincera del premio Nobel de literatura Alexander Solzhenitsyn?[29]

Hay muchas más cuestiones que es preciso criticarle a Saramago que se encuentran en las palabras citadas aquí y que se han dejado por fuera de este escrito. Lo que es importante resaltar es la preocupante ceguera de un hombre que se le considera una conciencia moral y no haya sometido a crítica sus postulados marxistas y, a su vez, dar rodeos para explicar la caída del régimen comunista en Europa oriental y seguir dando licencia a los que aún permanecen moribundos. La denuncia y la investigación de los crímenes del comunismo deben ser de una sonora claridad. Los crímenes del comunismo son del comunismo como los crímenes del nazismo son del nazismo. Esto es un deber con las víctimas. Si se hace conmemoración a las víctimas de la Shoa con la saludable rememoración de lo criminal del régimen nazi, es inevitable e imperativo hacer lo mismo con las víctimas del comunismo. Ambos totalitarismo utilizaron los mismos métodos: el campo de concentración, las matanzas en masas, la deportación y la limpieza étnica; uno lo hizo con más tiempo y aún lo hace, el comunismo. Sin embargo, salvo algunas excepciones, occidente es ciego ante esto.  Es una verdad incontestable que la izquierda no comunista y la comunista no han hecho un mea culpa ante los crímenes del comunismo, entre éstos se encuentra el lusitano; esto muestra su contorsionismo intelectual y falta de integridad moral ante las víctimas. Y por eso mi pregunta: Saramago ¿Y las víctimas del comunismo?

[1] Arias, Juan. José Saramago: el amor posible. Barcelona, Ed. Planeta, 1998. P.109

[2] Melquior, J. G. De Praga a París. México, FCE, 1989

[3] Vid. Revel, J. F. La gran Mascarada. Buenos Aires, Taurus, 2001

[4] Lilla, Mark. Pensadores temerarios. Barcelona, Debate, 2004

[5] Arias Juan. P.110

[6] Arias, Juan. P. 111

[7] Vid. Sorman, Guy. China El imperio de las mentiras. Buenos Aires, Editorial suramericana, 2007, P. 240

[8] Sí, no olvidemos que su famoso discurso fue a puerta cerrada, no olvidemos como llegó al poder luego de la misteriosa desaparición de Bería. Kruschev jamás desmontó el GULAG, y a él le debemos la brutal represión de 1956 en Budapest y la construcción del muro de Berlín para impedir la fuga de ciudadanos hacia la Alemania libre.

[9] Arias Juan. P.111

[10] Ibid.

[11] Ibid. P. 113

[12] Ibid.

[13] Ibid.

[14] Vid. Revel, Jean Francois. Como terminan las democracias. Ed. Planeta. 1983.

[15]Courtois, Stéphane. El libro negro del comunismo. Madrid, Ed. Planeta. 1997

[16] Para tal efecto ver la trilogía de Vitaly Chentaliski: Esclavos de la libertad; Crimen sin castigo; Denuncia contra Sócrates. Barcelona, Galaxia Gutenberg.

[17] Vid. Applebaum, Anne. Gulag: historia de los campos de concentración soviéticos. Barcelona, Debate. 2004. También, Remnick, David. La tumba de Lenin. Bogotá, Tercer mundo editores. 1995

[18] Arias, Juan. P. 113

[19] Acrónimo del sistema concentracionario de la China comunista Vid. Courtois, Stéphane

[20] Es el caso del escritor Mijaíl Bulgakov. Vid. Chentalinski, Vitali. Esclavos de la libertad y Denuncia contra Sócrates

[21] Vid .Applebaum, Anne. Caps “La era de los disidentes” y “Los años ochenta: la demolición de las estatuas”

[22] Arias, Juan. P. 113

[23] Ibid.

[24] Ibid.

[25] Ibid. P. 115

[26] Ibid. P. 114

[27] Sorman, Guy. Op. Cit.

[28] Arias, Juan. P. 113-114

[29] Vid. Rusia bajo los escombros. México, FCE, 2002. De igual manera sus novelas: Archipiélago Gulag, El primer círculo o Un día en la vida de Iván Denisovich.

 

 

 

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