En defensa del neoliberalismo

¿Quieres mi voto? ¡Devuélveme mi libertad!

Por: Leopoldo Escobar 


                                                                                “¡No nos harán tontos otra vez!”

                                                                                                                      The Who

 

                                                                                             Para Aurora

 

El 1 de julio habrá elecciones federales en México y las preguntas obligadas son: ¿por qué, por quién y/o cómo votar?

Si en los comicios contendiera un partido que se comprometiera a, una vez en el poder, reducir lo más posible los impuestos, las regulaciones, así como el tamaño y el gasto del Estado y se comprometiera también a que el gobierno se dedicara a su única función legítima (proteger los derechos de los individuos a la vida, la propiedad y la libertad) en lugar de entrometerse en las relaciones libremente pactadas entre particulares y si, en suma, ofreciera llevar al país a dar el salto definitivo hacia el capitalismo, no hay la menor duda que habría que votar por ese partido.

Pero por desgracia ese partido, el Partido de la Libertad de México, no existe, no ha sido creado (aunque en esas andamos). De modo que no toca escoger entre el bien y el mal, sino elegir de, entre los males, el menor.

Pero antes de hablar del mal menor ¿cual es el mayor? La izquierda sin la menor duda, siempre la izquierda es el mal mayor. Todas las políticas de izquierda son contrarias a los derechos de los individuos, a la prosperidad generalizada y a la convivencia pacífica, desde las políticas “moderadas” de los socialdemócratas hasta las más extremistas de los totalitarios socialistas.

Si la izquierda tuviera altas probabilidades de ganar la elección, como fue el caso hace seis años, para impedir eso habría que votar por el rival de la izquierda que mejor posición electoral tuviera.

En 2006 hubo muchas personas que deseaban que el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganara o que lo hiciera el del Partido Nueva Alianza (PANAL), pero al darse cuenta de que esos aspirantes tenían escasas posibilidades de triunfar y al suponer que de votar por ellos en realidad sólo facilitarían que triunfara el candidato izquierdista, en lugar de dispersar los sufragios anti-izquierdistas los hicieron útiles al dárselos al candidato mejor posicionado, a Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional (PAN). Esas personas que actuaron con gran responsabilidad, junto con aquellas que desde un principio estaban a favor de votar por el candidato panista, nos evitaron una pesadilla como la que vive hoy Venezuela.

En esta ocasión el candidato de la izquierda, que es el mismo de hace 6 años, tiene escasas posibilidades, lo cual es una buena noticia (¡si le va mal a la izquierda le va bien a México!). Descontada entonces la izquierda, queda discernir cual de los males es el menor, si el representado por el PRI y su candidato Enrique Peña o si el representado por el PAN y su candidata Josefina Vázquez.

El PAN, un partido originalmente conservador, es que cada vez más programáticamente cercano a la socialdemocracia (la Fundación Rafael Preciado que elabora el pensamiento del PAN, es un verdadero nido de socialistas).

Felipe Calderón, hace 6 años candidato presidencial y ahora Presidente de la República, empezó a traicionar a sus electores, a quienes lo llevamos al poder, desde la noche misma en que supo de su triunfo electoral, cuando declaró que rebasaría “a la izquierda por la izquierda” (si los que votamos por él quisiéramos izquierdismo ¡hubiéramos votado por Andrés López!).

Calderón se comprometió a bajar impuestos y los subió; prometió favorecer la libre empresa y la ahoga con regulaciones, como la legislación “anti-monopolios”; ganó la elección gracias a que, entre otros pocos hechos decisivos, organizaciones de la sociedad civil denunciaron por radio y televisión el peligro que la izquierda representaba, pero en retribución a ese apoyo, Calderón apoyó la reforma electoral de 2007, que nos despojó a los ciudadanos del derecho a la libre expresión por radio y TV (sobre temas políticos). Y ni que decir de la responsabilidad de Calderón en el desastre de seguridad pública que asola al país.

Claro que no es Felipe Calderón sino Josefina Vázquez quien ahora compite por la silla presidencial. Y hay quienes dicen que la aspirante panista es la buena porque alguna vez leyó a Mises. No sé si lo leyó, pero si lo hizo ya se le olvidó, pues ni al liberal más inconsecuente se le ocurriría algo tan de 1984, como someter a decenas de millones de niños y jóvenes a exámenes antidoping, como ella pretendió cuando fue Secretaria de Educación Pública…

Pero la opción que el PRI representa no es mejor que la del PAN. Si la responsabilidad del gobierno de Felipe Calderón en el desastre de seguridad pública del país es innegable, la responsabilidad de los gobernadores priistas es todavía mayor. Ellos entregaron las policías y las prisiones locales a los grupos criminales; ellos entregaron a sus gobernados a los capos para que los hicieran víctimas indefensas de extorsión, secuestro y robo. El nuevo PRI se ha revelado incluso más corrupto e irresponsable que el viejo PRI.

De modo que, así sea por unas micras de diferencia, la opción electoral del PAN es menos pésima que la del PRI.

Y ¿entonces qué? Dado que en el horizonte no está la amenaza del triunfo de la izquierda y que más vale pésimo que muy pésimo, ¿vamos este 1 de julio muy contentos a la “fiesta cívica” a votar por el mal menor? ¡No tan rápido!

No podemos olvidar la afrenta de la que los ciudadanos fuimos objeto con la reforma electoral de 2007, que nos privó de la libertad de expresión en radio y televisión y se la debemos cobrar a los políticos liberticidas de PRD, PRI y PAN que se confabularon para amordazarnos.

Podemos anular el voto, podemos poner en la boleta comicial la leyenda “¡Devuélvanos la libertad de expresión!” Pero hagámoslo de forma inteligente, pues los meros votos nulos no cuentan. Votemos “abierto” y obtengamos una foto o u video de nuestro voto anulado con el claro sentido que tuvo. Luego subamos esas imágenes a Facebook, a blogs, a páginas de Internet que abramos ex profeso y contémonos. Y que esto sólo sea el inicio de un vasto movimiento para recolectar millones de firmas en apoyo a la exigencia de derogar esa reforma liberticida.

Pero seamos generosos y demos un ultimátum a los partidos y sus candidatos, con especial dedicatoria para Josefina y el PAN: o se comprometen a derogar la reforma electoral o no tendrán nuestro voto.