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El propósito de la constituyente en Venezuela

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El régimen de Maduro ha sido muy hábil al no destapar las interioridades de lo que en sí se intentará regular con la Constituyente. Y la oposición ha sido muy tibia, al no abordar con profundidad lo que se intenta imponer, que es un control total del Estado sobre la sociedad, como es el caso cubano.

El verdadero propósito de la Constituyente en Venezuela es desmontar el sistema político actual, mediante la suplantación de las instituciones. Se sustituiría por un sistema de representación sectorial, que son estructuras a fines y controladas por el gobierno y para dar un viso de legalidad o representatividad se incluiría aquel sector de la población con tendencia oficialista, que el propio mecanismo de participación se encargaría de agruparlos de forma que responda a sus intereses.

Un sistema de gobierno al estilo cubano, por medio del llamado Poder Popular, anula el papel de los partidos políticos, fundamentalmente en la participación electoral. De esta forma ‘ninguniza’ a los partidos políticos sin tener que eliminarlos.

La Constituyente va a ser impuesta de todas formas. Lo interesante será, cómo se logra confrontar esa nueva estructura de gobierno. La Constituyente deja sin efecto los partidos políticos, anula la actual Asamblea Nacional, el Ministerio Público y todos aquellos conceptos y artículos que interfieran constitucionalmente con los propósitos del actual régimen venezolano.

Hay que tener presente que la Constitución de 1999 se redactó bajo el espíritu de que el “chavismo” en un momento dado pudiera utilizarla desde la oposición, incluso perdiendo el poder ejecutivo, otros poderes como el legislativo pudiera blindarse. El “chavismo” apostó mucho por retener la Asamblea Nacional. Por eso puso en ella muchos poderes y atribuciones, como el nombramiento y destitución del Fiscal General. Por esa razón, muchos consideran la Constitución de 1999 como una constitución de oposición.

La Constituyente se convertirá, de hecho,  en el poder único y aprobará y definirá su nuevo alcance. O sea, que se intuye, que esa nueva constitución contemplará que no se necesita su aprobación en referéndum, que dejará de existir la estructura político administrativa actual, por lo que no habrá elecciones para gobernadores, ya que no existirán para esa fecha. También lo más probable es que se cambie el sistema de elección presidencial y se determine que el presidente será elegido por el nuevo parlamento, lo que garantiza una reelección automática de Nicolás Maduro.

La Constituyente será el Poder Supremo que partirá de la máxima: “la razón es la voluntad de la clase gobernante hecha ley”. Por esa razón la Constituyente será aprobada, el CNE dará como resultado una participación ciudadana aceptable, que justifique la validez del proceso y como no hay oposición participante, no habrá supervisión ni imputación a los resultados.

La oposición tiene que aprovechar esta etapa, y los pequeños visos de democracia que le quedan, para fortalecer el trabajo político. Para ello debe apelar a los problemas que más irritan a la población venezolana: la falta de alimentos y medicinas. Eso hay que atribuírselo al suministro de petróleo casi gratis a países serviles, principalmente a Cuba. La intervención del Gobierno cubano en Venezuela hay que denunciarla en cada intervención pública, nacional e internacional.

También hay que denunciar el robo de las riquezas de Venezuela por parte de los enchufados, desde los derivados del petróleo hasta la propia reserva de oro, que no se sabe su paradero. A ese dinero hay que ponerle nombre, de quienes se los han robado y los privilegios de que gozan los funcionarios del gobierno, mientras el pueblo se muere de hambre y enfermedades.

La oposición debe estar presente en cada tribuna pública y movilizaciones, haciendo hincapié en todos estos detalles. Incluso, debe coordinarse con el sector privado para llevar esos mítines a sus empresas y entidades.

Se debe hacer notar públicamente, como los militares que ejecutan la represión se convierten en sus propias víctimas. Los jefes no se arriesgan, viven en su dulce vida, mientras ellos asumen el riesgo y hasta son juzgados por sus propias leyes, para limpiar su imagen. Los subordinados hacen el trabajo sucio, para garantizar la opulencia del generalato y sus familiares. La corrupción y el comprometimiento con el narcotráfico de la cúpula militar es un mecanismo de sometimiento y lealtad, método que en Cuba ha dado magnifico resultado.

Sin embargo, los crímenes cometidos, la participación en graves delitos, incluido el narcotráfico, robos al erario público y otros delitos hace que la cúpula de poder venezolana se atrinchere. Eso hace más difícil llegar a un acuerdo de transmisión del poder a un gobierno provisional de forma pacífica. Por eso, la única salida sería una sublevación popular de mayores proporciones, con acciones de sobrepasen la capacidad represiva del régimen y se ocupe el poder a todas las instancias. Para eso, se debe trabajar desde ya, de lo contrario se corre el riesgo de que se instale un régimen totalitario que sería luego muy difícil de desmontar.

Los fallecidos en la lucha tienen que estar con nombres a apellidos presentes en cada acto. Un pase de lista y un llamado a la justicia y castigo de los culpables, responsabilizando al gobierno con su muerte se debe efectuar en cada concentración. Las movilizaciones deben ser protagonizadas, no solo por personas a pie, deben participar caravanas motorizadas, desfiles de caballos y cuantos medios sean posibles para hacer más sólidas las movilizaciones.

Venezuela está en su hora definitiva y puede ser un gran ejemplo y laboratorio de cómo se desmonta un régimen de izquierda totalitaria desde abajo, algo que no ha ocurrido de forma genuina, ya que en otras latitudes donde han sucumbido han obrado bajo otros factores y circunstancias. En Venezuela el reto es grande, porque hay muchos intereses en juego. El Gobierno cubano no puede perder esa plaza, por esa razón hay miles de militares cubanos defendiendo al régimen de Maduro y con voluntad de imponerse por encima de cualquier eventualidad, aunque haya que masacrar al pueblo venezolano.

En Venezuela la única opción es imponer la ingobernabilidad democrática en todas las acciones: comprometer la vida política del país bloqueando mediante movilizaciones sistemáticas, los accesos a puertos y aeropuertos, sedes diplomáticas, representaciones internacionales, instituciones gubernamentales, etc. Como diría José Martí: "Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz".

Junio, 24 del 2017