En defensa del neoliberalismo
 

Los abogados de los detenidos en Guantánamo - I I
 

 

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Salió a relucir que Shearman and Sterling, un bufete de 1,000 abogados con oficinas en 19 ciudades del mundo, tiene sustanciales relaciones de negocios en seis continentes.  Por cierto, la atención al cliente de Shearman en cuanto a los asuntos del Oriente Medio estableció una nueva norma para el ramo: la oficina de Abu Dhabi del bufete afirma que fue la que propuso el concepto de financiamiento “amoldado a la Shariah”.  En Kuwait, la firma ha representado al gobierno en toda una serie de cuestiones relacionadas con activos que valen miles de millones de dólares.  Así, pues, la parte que financia el litigio en nombre de los 12 kuwaitíes –que a todos los detenidos ha beneficiado—es una de las más lucrativas cuentas de la OPEP de Shearman and Sterling.

Shearman and Sterling hizo mucho más que redactar informes legales y viajar a Guantánamo para realizar entrevistas destinadas a la BBC sobre supuestas torturas. Además de sus servicios legales, el bufete se registró como agente de un cliente extranjero, según las leyes norteamericanas conocidas como FARA y LDA, para impulsar en el Congreso de Estados Unidos la causa de los detenidos kuwaitíes.  Shearman informó de $749,980 obtenidos por honorarios de cabildeo relacionados con FARA durante un semestre del 2005, y de otros $200,000 relacionados con LDA durante un año entre el 2005 y 2006.  Precisamente fueron éstos los períodos durante los cuales el Congreso debatió intensamente la “Ley de tratamiento de detenidos” y la “Ley de misiones militares”, legislación ésta que Shearman and Sterling y los kuwaitíes que pagan sus servicios esperaban que desbrozara el camino para el cierre permanente de Guantánamo y la liberación de sus clientes.

 Wilner, un abogado conocedor de los medios, entendió inmediatamente que los casos de detenidos planteaban un problema inmenso de relaciones públicas después de septiembre 11, y contrató a Richard Levick, un importante gurú de la prensa, para que cambiara la percepción pública sobre los 12 de Kuwait.  Levick, un antiguo abogado cuya firma de “relaciones públicas para casos de crisis” con oficinas en Washington, D.C. logró hacerse de un nicho en los asuntos litigiosos, ha representado a clientes tan variados como Rosie O’Donnell, Napster y la Iglesia Católica Romana.  Amparándose en FARA, la firma de Levick también trabaja, como agente de un cliente extranjero, para el “Comité de kuwaitíes detenidos”, y ha informado haber recibido honorarios de $774,000 en un período de un año.  Después que el Tribunal Supremo de Estados Unidos vio el primer caso, la campaña de relaciones públicas cobró intensidad para “cambiar las opiniones sobre Guantánamo”, según escribiera Levick. 

En numerosos artículos y entrevistas publicados, Levick desveló la esencia de toda la campaña kuwaití de relaciones públicas.  La estrategia se proponía dos cosas: darle un “rostro humano” a los detenidos y convencer al público de que la situación de los kuwaitíes le interesaba.  En otras palabras, los militantes islámicos que viajaron a Afganistán para participar en la jihad de al Qaida contra Estados Unidos debían reinventarse como inocentes trabajadores de beneficencia arrastrados a la guerra después del 11 de septiembre.  El islamista convencido que admitió haber disparado con un AK-47 en un campo de entrenamiento talibán devino “maestro por vocación” que viajó a Afganistán en el 2001 para “ayudar a los refugiados”.  El miembro de una pandilla islámica que abrió tres oficinas de al-Waffa con Suliman Abu Ghaith (vocero principal de Osama Bin Laden) para recolectar fondos se convirtió en un trabajador de beneficencia cuyos ocho hijos quedaron en la indigencia durante su ausencia.  Los 12 kuwaitíes se convirtieron en víctimas inocentes de “cazadores de recompensas”. 

Se contrató a una compañía de marketing para que creara un sitio web de las familias con fines propagandísticos –a partir de materiales carentes de fuentes, no rebatidos ni investigados por la prensa—destinado a los medios de todo el mundo.  El sitio, según Levick, debe llevar a cabo una “guerra de imágenes”, por lo que está repleto de fotografías dirigidas a influir en los norteamericanos: alegres familias kuwaitíes que visten pulóveres y llevan gorras de béisbol, niños hermosos que reparten cintas amarillas.

Después de la decisión de Rasul, la campaña de relaciones públicas cobró velocidad y el Tribunal Supremo se convirtió, según palabras de Levick, en el “arma principal”, un “garrote” que provocaba mayor atención de lo que él llama la prensa “liberal” tradicional.  Wilner y el líder del grupo familiar (descrito como un ex piloto de la fuerza aérea kuwaití entrenado en Estados Unidos que guarda el recuerdo de haber tomado Coca-Cola) escribieron docenas de artículos con el fin de influir en el público y el Congreso.

Levick sostiene que año y medio después de haber comenzado la campaña, el trabajo de relaciones públicas produjo literalmente miles de nuevas captaciones y que, en determinado momento, la mayoría de los 100 periódicos más importantes publicaban editoriales en defensa de los detenidos.  Convencido de que las campañas agresivas de relaciones públicas influyen en los jueces, Levick señala fallos de los tribunales en los casos de detenidos que citan abiertamente historias nuevas resultantes de la influencia de su equipo en los medios.

El caso de los 12 kuwaitíes es un manual sobre la anatomía de una ofensiva guerrillera de relaciones públicas, empaquetada y vendida al público como una lucha por el “imperio de la ley” y “los principios básicos de Estados Unidos”.  Se comienza con una información endeble, se generan historias a partir de rumores no corroborados emitidos por las partes interesadas y provenientes de medio mundo que son difíciles de confirmar.  Las historias falsificadas se envían a los medios amigos que escriben reportajes crédulos y artículos emotivos de interés humano; éstos se reproducen en un sitio web donde serán leídos y empleados como fuentes de otros medios perezosos (o muy ocupados) en el mundo entero.  Así se va creando una gigantesca cámara de resonancia.

(continuará)

Tercera Parte


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Traducido por Félix de la Uz.

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