En defensa del neoliberalismo

 

Congreso en Madrid (II)

 

Adolfo Rivero Caro

Referirme, aunque fuera someramente, a tantas ricas ponencias del Congreso Cultural Cubano de Madrid requeriría muchas columnas. Me limitaré, por consiguiente, a comentar algunos temas polémicos que considero importantes y en los que tuve alguna participación. En relación con las causas de una revolución comunista en Cuba quisiera referir mis lectores a la breve y contundente ponencia de Pedro Roig, que pueden leer en www.neoliberalismo.com.

En relación con la situación del comunismo cubano tras la caída del muro de Berlín, me tocó discrepar de algunas ideas expuestas con mucha brillantez. Y, sin embargo, ¿será cierto que la revolución cubana se ha quedado sin ideología? ¿Será cierto que en Cuba las ideas carecen de importancia? No lo creo. Insistir en este presunto vacío ideológico abre la puerta de peligrosas esperanzas. ¿Por qué no puede ser posible entonces un viraje hacia el nacionalismo burgués? ¿No pudiera Castro empezar con privatizaciones? ¿Y acaso no pudiera abrir, de paso, el tránsito hacia una lenta democratización? En esas condiciones de irrelevancia ideológica, ¿qué importancia tiene el antiamericanismo? Después de todo, ¿qué falta nos hacen los Estados Unidos? ¿Y acaso no es una bendición que no nos hagan falta cuando están siendo tan universalmente criticados?

Insisto en que Fidel Castro es una marxista-leninista no porque crea que sea un intelectual, sino porque esta ideología le viene como anillo al dedo. Justifica su gusto por el robo (¿acaso no está ``expropiando a los expropiadores''?), su carencia de principios morales (¿acaso no es sólo ``moral burguesa''?) y su afición a la violencia (¿acaso ésta no es ``la partera de la historia''?). Castro jamás renunciará a una ideología tan popular y tan útil. Es cierto que no era posible dejar en circulación los viejos manuales de enseñanza soviéticos, pero la tesis de la lucha de clases (Marx) y la lucha antiimperialista (Lenin) siguen enarbolándose con la misma pasión de siempre. ¿Por qué habría de renunciar a las que quizás sean las ideas más populares del mundo?

Querer reducir a Castro a un hombre desconcertado y sin ideas tiende a fortalecer el espejismo de un viejecillo senil. ¿No es lógico entonces esperar por su muerte? Y si su régimen se está desmigajando solo, ¿no es razonable esperar a cuando las estructuras de gobierno castristas (o postcastristas) empiecen a autodisolverse, como le oímos decir a un español, amigo de Cuba, antes del Congreso? Fidel Castro se burla públicamente de estas especulaciones, y con toda razón. Yo las encuentro peligrosamente anestésicas y desmovilizadoras.

Uno tiene que preguntarse, ¿en base a qué se formulan estas especulaciones? ¿A la edad de Castro? Pudiera durar 10 años más. ¿A la devastación de Cuba? La miseria sola no propicia revoluciones. ¿Y acaso alguien ve la emergencia de condiciones políticas favorables para un cambio democrático en Cuba? Me temo que no.

Quisiera referirme en particular a lo que apenas se mencionó, a un vacío que me pareció ominoso. Me refiero a la nueva época que nos ha tocado vivir: a la guerra mundial contra el terrorismo. Fidel Castro es uno de los grandes líderes de la subversión internacional. Ha sido, y seguirá siendo, un aliado de los terroristas porque todos tienen el mismo enemigo irreconciliable en Estados Unidos. Es ese odio el que une a Castro con la OLP y con Osama bin Laden, con los cocaleros bolivianos y con las guerrillas colombianas. No hay guerra contra Estados Unidos en lo que no venga participando desde hace 45 años, como ha documentado Juan Benemelis en Las guerras secretas de Fidel Castro. Y sigue promoviendo los ataques contra Estados Unidos, en todos los frentes, con la misma energía de siempre. Es por eso que su dictadura forma parte indisoluble del ''eje del mal'' planteado por el presidente Bush. Esta nueva realidad convierte a la disidencia cubana en una vanguardia de la guerra mundial contra el terrorismo. Nuestra disidencia está peleando contra el que probablemente sea el núcleo de subversión más importante del mundo. Y que nadie se asuste porque así es como Castro la ha considerado siempre.

A pesar de esto, sin embargo, el gobierno de EEUU considera no tener condiciones políticas favorables para ejercer medidas radicales contra la dictadura cubana. Medidas que no tienen que ser militares. aunque tampoco deben descartarse a priori, puesto que Castro rechaza toda solución pacífica y negociada. Creo que es un grave error confundir esta evaluación del gobierno de Bush con desinterés o indiferencia. Castro, por su parte, no se equivoca en esto. Se suele decir en Miami que si hubiera petróleo en la isla, EEUU hubiera tomado medidas más enérgicas. Por favor. ¿Qué petróleo había en Afganistán? ¿O en Haití o en Panamá o en Somalia o en los Balcanes? Lo que había en todos esos lugares no era petróleo, sino interés de la comunidad internacional en que los Estados Unidos resolvieran el problema. Interés que nunca ha existido en el caso de Cuba.

¿Por qué un embargo comercial logró derrocar al régimen del apartheid en Africa del Sur y no ha conseguido derrocar a la dictadura comunista en Cuba? Porque el embargo contra Africa del Sur tenía un apasionado apoyo. Porque las ideas del racismo eran profundamente impopulares. En el caso de Cuba, por el contrario, cualquier medida enérgica es considerada como prepotencia norteamericana. Las empresas extranjeras en Cuba ni siquiera han dado una batalla por obligar al gobierno cubano a respetar los derechos elementales de los trabajadores. En el fondo, la oposición a Castro ha sido internacionalmente débil porque éste es un caudillo mundial del antiamericanismo y las ideas del antiamericanismo siguen siendo enormemente populares. Este ha sido y sigue siendo, a mi juicio, el gran obstáculo para conseguir su derrocamiento.

Estoy convencido de que el Congreso Cultural Cubano de Madrid fue, pese a penosas ausencias, un tremendo esfuerzo que va a dinamizar y fortalecer nuestra lucha común por la liberación. Creo que el intercambio de ideas fue particularmente útil. Al terminar mis comentarios sobre este evento, no puedo hacerlo sin recordar la luminosa presencia en Madrid de Marta Frayde, esa mujer extraordinaria a la que todos debemos un homenaje. Humanista ejemplar, infatigable luchadora, sigue hoy, a los 80 años, encarnando como nadie los mejores valores de aquella república que todos hemos aprendido a amar, tras haberla perdido.